Límite a la especulación
La presión incesante contra las deudas soberanas (en especial la italiana y española), que ha llevado al euro contra las cuerdas, y la certeza de que la economía mundial (EE UU y Europa) entra en una fase de estancamiento, que ha provocado el hundimiento de las Bolsas mundiales en proporciones desconocidas desde 1929, obligan a las autoridades económicas a pensar en cuáles son los medios disponibles para estabilizar o reducir las diferencias de deuda de los países más atacados por la especulación y estimular las expectativas de crecimiento y creación de empleo. Según el diagnóstico conocido, las decisiones que enfrían las tensiones de la deuda (recortes del gasto, reducción del déficit) debilitan la capacidad de inversión pública y, por tanto, limitan las posibilidades de recuperación de la economía; y viceversa, por supuesto. Está contradicción se ha resuelto mal en EE UU y en Europa. La estrategia de Bernanke de inundar de liquidez el mercado y mantener los tipos de interés entre el 0% y el 0,25% no ha conseguido hasta el momento más que un crecimiento modesto, insuficiente para reducir apreciablemente la tasa de paro; la facilidad monetaria no se traduce en más inversión productiva. En Europa, las políticas de contracción fiscal (Irlanda, Grecia, Portugal, España, Reino Unido y ahora Italia y Francia) tampoco consiguen un despegue claro del crecimiento. Todo lo contrario: acentúan las desigualdades, aumentan el paro y reducen el margen de aumento del consumo y la inversión. En distinto grado y medida, ambas estrategias no han rendido de forma satisfactoria.
Las autoridades bursátiles de cuatro países europeos (España, Francia, Italia y Bélgica) acaban de prohibir las ventas a corto sobre un listado de entidades financieras que estaban siendo especialmente castigadas por la especulación a la baja. Esta decisión, excepcional y temporal, supone una relativa novedad (ya se aplicó en EE UU) sobre las políticas habituales basadas en transmitir confianza macroeconómica y responde a los vergonzosos rumores promovidos desde centros financieros contra Société Générale que provocaron el hundimiento bursátil en toda la eurozona el miércoles pasado. Una parte de la decisión es punitiva. Muchos comentarios recuerdan que esta no es la solución definitiva y que la volatilidad actual de la renta variable refleja el miedo al estancamiento económico. Es una opinión acertada. Pero también es bueno que durante episodios de histeria, cuando los movimientos de los mercados se despeñan en una sola dirección (bajista), los inversores sepan que existen límites y que esos límites se cruzaron el miércoles. Si la medida es excepcional, tendrá pocas contraindicaciones.
Esta no es la reforma de los mercados que proclamaron estruendosamente Angela Merkel y Nicolas Sarkozy en los comienzos de la crisis. Esa reforma es hoy tan necesaria como entonces, pero parece que las decisiones para frenar la volatilidad y encauzar la especulación han entrado en coma político. Por ejemplo, tiene interés saber qué ha pasado con la regulación, en trámite eterno, para que las operaciones over the counter (OTC) sean controladas por las autoridades financieras (por ejemplo, a través de las cámaras de compensación). Los Gobiernos y las autoridades europeas disponen de resortes para calmar la histeria; otra cosa es que no se atrevan a pulsarlos.
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