Este año no hay canapés
Estas fiestas lo que se llevan son los recortes. Ni el meneo de Jennifer López ni los globos de Bob Esponja ni el Gari, Gari, Garitano que arrasa en las pistas de baile abertzales. Los recortes son lo más de lo más. El alcalde de Vitoria, Javier Maroto, se ha ventilado de una tacada el gorroneo institucional en los toros y el teatro y ha desarticulado el tráfico municipal de invitaciones. Y así están ahora los concejales y su entorno tirando de cartera o resignándose en casa a seguir por televisión las andanzas de Víctor Sandoval y su Nacho Polo-Nacho Polo. A tal punto ha llegado la borrachera anti-crisis del alcalde que, además del BAI Center, las ayudas de los libros de texto o el mantenimiento de los parques infantiles, también se ha llevado por delante la recepción que el Ayuntamiento de Vitoria ofrecía el día de la Virgen Blanca desde hace más de 15 años.
Recemos para que a nadie se le ocurra privatizar la bajada de Celedón
Hoy no se celebra la recepción y no hay canapés ni vino ni nada, aunque quizás Maroto podría haber aprovechado para servir las sobras del festejo que se organizó en el Ayuntamiento la mañana de su investidura y con Mariano Rajoy de invitado celestial. Cuentan los asistentes que hubo hasta grifo de cerveza, algo vulgar y nada apropiado para una fiesta de semejante postín, pero muy útil para matar la sed que provoca la ansiada victoria electoral.
Precedentes los hay para todos los gustos. En la retreta de San Prudencio se ha pasado en la última década de la barra libre de gin-tonics subvencionados a no ofrecer siquiera agua embotellada. Y, evidentemente, en el Ayuntamiento no quieren recepciones sin croquetas ni crianza, que esas ya las hacía Cuerda en su tiempo y eran un rollo. Al mediodía lo que apetece de verdad es un vermú, o unos cuantos, y no estar de pie durante una hora escuchando a no sé quien. Para eso ya está el resto del año o la misa pontifical de la Blanca con las aleccionadoras homilías del señor obispo.
Los recortes han venido para quedarse y recemos para que a nadie se le ocurra privatizar la bajada de Celedón o implantar un nuevo impuesto por el consumo de bocatas de lomo con pimientos.
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