Wall Street advierte de "muy graves consecuencias" por la crisis de la deuda
Los primeros ejecutivos del sector financiero exigen a los partidos un acuerdo
Estados Unidos vio hace tres años cómo un sector financiero desregulado y enfermo se venía abajo y arrastraba a la economía. Al fracaso de Wall Street le sigue ahora el fracaso de Washington: el desconcierto y las guerras intestinas en las filas demócratas y republicanas dejan a EE UU al borde de la suspensión de pagos. Los mercados no suelen pararse a apreciar la ironía de que la misma crisis haya puesto de manifiesto agujeros y errores en el sector privado y después en el sector público: Wall Street puso ayer el grito en el cielo y los primeros espadas de sus grandes bancos, encabezados por Jamie Dimon (JPMorgan) y Lloyd Blankfein (Goldman Sachs), advirtieron de que la falta de acuerdo sobre el techo de deuda puede tener "muy graves consecuencias" sobre la economía.
"Un incumplimiento de las obligaciones de nuestro país, o una rebaja en la calificación de crédito de EE UU, sería un duro golpe a la confianza de las empresas y de los inversores -con un incremento de los tipos de interés para todo tipo de deudas, una caída del dólar y turbulencias en la Bolsa y en el mercado de deuda- y por tanto provocaría un empeoramiento dramático de la situación y graves consecuencias para la economía", según afirma una carta enviada al Congreso por los ejecutivos del sistema financiero.
Eso que parece un trabalenguas es, junto con la crisis fiscal europea, el principal riesgo que planea sobre la frágil recuperación mundial. Se trata del peligro de que se active una reacción en cadena: si finalmente no hay acuerdo -algo que parece poco probable, pero que ya nadie descarta-, EE UU se vería obligado a no satisfacer algunos de sus compromisos de pago. El Gobierno norteamericano perdería así la máxima nota de solvencia (la denominada Triple A) de las agencias de calificación. Y eso tendría un efecto inmediato sobre los tipos de interés: sin esa matrícula de honor, los mercados exigirán mayores intereses, porque se considera que aumenta el riesgo asociado a Estados Unidos. Suben así los tipos que paga el Gobierno por su deuda, y esa marea se extiende por todos los rincones de la economía: los bancos, las empresas y las familias acaban pagando más por su endeudamiento, el dólar pierde valor (la economía de EE UU sería entonces menos fuerte) y se propaga la desconfianza.
De alguna manera, los analistas consideran que eso ya ha empezado a suceder o está a punto de comenzar. Tras la quiebra de Lehman Brothers, el miedo llevó a los inversores a abrigarse en los refugios más seguros: el oro, el franco suizo, el dólar y la deuda pública estadounidense y alemana, en lo que técnicamente se denomina vuelo hacia la seguridad. La crisis política en Washington y el miedo al impago deberían haber eliminado al dólar y a los bonos estadounidenses de esa lista, aunque de momento solo los seguros de impago de deuda (los denominados CDS) reflejan la tensión. A pesar de todo, los tipos que pagan los bonos estadounidenses son aún muy baratos: están ligeramente por debajo del 3%, al mismo nivel de lo que paga Reino Unido y algo más que Alemania -el país más seguro-, pero muy lejos de los países europeos con problemas, con Italia y España cerca del 6%. El oro y el franco suizo ya están por las nubes, pero la deuda norteamericana no ha perdido atractivo. Todavía.
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