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Reportaje:fotografía

La poética del montacargas

El cantante neoyorquino Moby presenta en Madrid una exposición con imágenes de espacios cotidianos que sirven de diario sobre su vida en la carretera

Instalar a Moby en una suite donde se oiga el murmullo de la gente tomando una copa en la terraza del hotel puede suponer un problema. Si además le llega el humo del tabaco, puede ser dramático. Mientras la asistente explica estas circunstancias básicas a la responsable del hotel ME de Madrid, el músico neoyorquino se muestra dócil ante el fotógrafo. Dice que su cámara es casi igual, una Canon EOS 5D Mark II, pero con la que posa es con la de las fotos "espontáneas", una Canon Powershot S95. Con estas ha configurado el libro Destroyed, que ha lanzado como complemento de su disco homónimo y que sirve de diario de su vida en la carretera. Esta tarde, a las ocho, estará firmando ejemplares en la galería Ivory Press de Madrid, donde se pueden adquirir los originales enmarcados por 575 euros más IVA, cada uno.

"No quiero sacar un atardecer increíble. Eso se ha hecho millones de veces"

Moby empezó a sacar fotos antes de aprender música. Con 11 años, su tío Joseph Kugielsky (que trabajaba para el New York Times o el National Geographic) le regaló una Nikon F. "Al revelar mis primeros dos carretes todas las fotos me salieron negras. Pensaba que bastaba con hacer clic y que saldría lo que veía a través del objetivo".

Asegura que se atreve a compartir por primera vez sus fotos con el mundo por la seguridad que le confiere el hecho de saber que no es "un músico más que va de fotógrafo". Su tío le dijo: "Lo que resulte cotidiano para ti puede ser extraño para otra gente". "Muchas de las fotos son de cosas a las que la gente normalmente no presta atención: vestíbulos de aeropuerto, túneles... lugares por donde la gente transita pero nadie repara en su belleza. Yo sí".

El martes estuvo pinchando en Ibiza, en la fiesta de Carl Cox del Space, y la gente le preguntaba qué fotografiaría de la isla. "Yo respondía: Nada. Aquí todo es precioso, pero yo no quiero sacar un atardecer en una playa increíble. Eso se ha hecho millones de veces. Prefiero la imagen de un montacargas".

Por mucho que intercale algunas de esas imágenes desoladoras con fotos desde lo alto de un escenario a una audiencia de 50.000 personas, resulta inevitable notar ese poso de tristeza, de bucle avión-aeropuerto-hotel-backstage en el que se ven inmersos la mayoría de los músicos. "Son un reflejo de esa locura de vida de tener que viajar de un lugar ajeno e impersonal a otro durante seis meses seguidos, pero no me quejo. Recuerdo el documental de Radiohead (que me encantan) Meeting people is easy, en el que contaban lo duro que era para ellos estar de gira y hacer entrevistas. No busco la simpatía ni me lamento por mi vida, sencillamente quiero exponer que resulta rara".

Hace 20 años, cuando triunfó con Go y empezó a descubrir el mundo, se sentía un turista. Después pasó de rastrear las calles de las ciudades a salir por sus clubs. Y hasta hace tres o cuatro años, confiesa, era un party animal. "Llegó un momento en que salir de gira significaba estar de fiesta constantemente. Así que ahora me he vuelto un monje: no voy al after party de mis conciertos y he dejado de beber. Practico yoga y leo. Suena a cliché, pero es lo que hago".

Dice que no le cuesta proyectar su imagen envejeciendo. "Tengo 45 años y la suerte de que como me quedé calvo muy pronto y me rapo desde entonces no se me nota tanto que envejezco. Pero ha llegado un momento en que observando a la gente en los aeropuertos, reparo en lo señores de 60 años y pienso: 'No me queda casi nada para llegar a eso".

Ha cambiado Nueva York por Los Ángeles, adonde se mudó hace nueve meses a un castillo de cuatro millones de dólares (2,7 millones de euros) al estilo del Hollywood de los años veinte. Sus vecinos son David Fincher y su amigo David Lynch (que le hizo uno de sus últimos videoclips, Shot in the back of the head). "Si Lynch me llamara ahora mismo para decirme que está rodando un spot en la Patagonia y que me necesita para que vaya a hacerle los cafés cogería el primer vuelo".

Una de las ventajas de vivir en Los Ángeles, dice, es que existe la posibilidad de toparse con sus ídolos de siempre. "He cambiado las fiestas salvajes por las barbacoas con famosos. Me hice miembro del Soho House [un exclusivo club para ejecutivos y millonarios]. Y el otro día, cenando en un restaurante estaba Giorgio Moroder en la mesa de al lado. ¿Cómo no te vas a acercar a decirle algo al tipo que ha compuesto I feel love, uno de los mejores temas de baile de la historia?".

Moby, ayer en Madrid. Debajo, sus propias interpretaciones de algunas de sus fotografías.
Moby, ayer en Madrid. Debajo, sus propias interpretaciones de algunas de sus fotografías.SAMUEL SÁNCHEZ
"Hay algo realmente reconfortante para mí en los edificios de oficinas a las cuatro de la mañana cuando las luces se han dejado encendidas para el servicio de limpieza".
"Hay algo realmente reconfortante para mí en los edificios de oficinas a las cuatro de la mañana cuando las luces se han dejado encendidas para el servicio de limpieza".MOBY

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