El presidente chino advierte contra la corrupción del PC
Hu Jintao señala que atajarla es vital para la supervivencia del régimen
Pekín amaneció ayer engalanada con millones de flores para conmemorar el 90º aniversario de la fundación del Partido Comunista Chino (PCCh). Para sus líderes fue un día de fiesta, actos y regocijo, nueve décadas después de aquel primer congreso celebrado en Shanghái en julio de 1921. "Mirando hacia atrás al progreso que ha experimentado China en estos 90 años, podemos llegar a una conclusión fundamental: que la clave para dirigir de forma adecuada los asuntos de China reside en el partido", dijo Hu Jintao, presidente del país y secretario general de la formación que ha gobernado el país con poder absoluto desde 1949, en una ceremonia en el Gran Palacio del Pueblo.
Pero el sol no brilló en Pekín para acompañar sus palabras, y no hubo cielo azul que rimara con la euforia de los eslóganes desplegados por la ciudad. Las calles estaban mojadas por la intensa lluvia caída al alba. Y el tiempo cubierto y caluroso pareció identificarse con la advertencia lanzada por el presidente, que, aunque no fue nueva, resonó especialmente seria en este día de fastos. Hu aseguró que el resurgir de China depende del crecimiento y la estabilidad, y que la supervivencia del partido está gravemente amenazada por la corrupción.
"El desarrollo es de suma importancia y la estabilidad es una tarea primordial", señaló ante miles de miembros y líderes del partido, en un discurso de 90 minutos emitido en televisión. "Sin estabilidad no se puede conseguir nada y los logros alcanzados se perderán (...). Solo con el impulso de un desarrollo económico rápido y sano podemos garantizar la base material necesaria para el renacer de la nación china". Y para ello, dijo, es preciso luchar contra la corrupción, el primer motivo de descontento entre la población. Hu afirmó que esa batalla es clave para "ganar o perder el apoyo de la gente y es una cuestión de vida o muerte para el partido".
Hu Jintao pasó de puntillas sobre los periodos más aciagos del reinado comunista, como el desastroso movimiento de industrialización del Gran Salto Adelante (1958-1961) y la Revolución Cultural (1966-1976), que provocaron decenas de millones de muertos.
La formación política llegó el año pasado a 80 millones de miembros, aunque el 75% tiene más de 35 años y muchos de los jóvenes se unen con la esperanza de conseguir un empleo estatal o para lograr relaciones.
El PCCh se ha convertido en rehén del crecimiento y la estabilidad, prioridades absolutas a las cuales supedita todas las decisiones. Hu Jintao dejó claro que cualquier reforma política que se produzca se hará "bajo el liderazgo" del PCCh. Los líderes han reiterado que nunca adoptarán un sistema democrático de estilo occidental, y en los últimos meses han incrementado la represión contra activistas y disidentes, ante el temor de un contagio de las revueltas en los países árabes. Hu afirmó que el Gobierno debe "maximizar los elementos armoniosos y minimizar los no armoniosos". Nada teme más Pekín que un hundimiento como el que experimentó la URSS hace dos décadas.
El Gobierno ha aprovechado la efemérides para lanzar una gran campaña de propaganda e inaugurar importantes infraestructuras, como el tren de alta velocidad Pekín-Shanghái, una inversión de 23.600 millones de euros que permite salvar los 1.300 kilómetros que separan las dos ciudades en menos de cinco horas -la mitad del tiempo que hasta ahora-, o el puente más largo del mundo sobre el mar, con 42 kilómetros.
Algunos analistas aseguran que este despliegue revela la inseguridad de un partido preocupado sobre cómo afrontar una larga lista de problemas sin la válvula de escape que aporta un sistema político democrático; problemas como la corrupción, la gran brecha entre ricos y pobres, los abusos de autoridad, las tensiones étnicas, las expropiaciones ilegales y la degradación ambiental.
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