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XAVIER TRIAS

El último socialdemócrata de Convergència i Unió

Miquel Noguer

La fama de hombre paciente que arrastra Xavier Trias tiene mucho que ver con una llamada que recibió un día de enero de 1996 siendo consejero de Sanidad. El presidente Pujol quería verle, y deprisa. Tenía un nuevo encargo para él: que se hiciera cargo del Departamento de Presidencia, una suerte de regalo envenenado: un lujo de puesto por lo que suponía de cercanía a la esfera del poder presidencial, pero un pequeño infierno porque implicaba meter en cintura a un Gobierno que acababa de perder la mayoría absoluta y necesitaba hábiles negociadores para buscar apoyos en el Parlament. Pujol, eso sí, le hizo una advertencia: "No veas este nombramiento en clave sucesoria". O sea que le vaticinaba más problemas que recompensas.

Trias no solo tuvo que gestionar la debilidad parlamentaria de CiU en el Parlament. A partir de 2000, ya como jefe de filas de CiU en el Congreso, tuvo que justificar los apoyos al PP cuando este ya contaba con mayoría absoluta en el Congreso y arrastraba a los nacionalistas catalanes hacia terrenos tan pantanosos como el del trasvase del Ebro. La alcaldía de Barcelona, que alcanza con 64 años, es su primera ocasión para brillar con luz propia. Se ve con fuerzas para estar ahí ocho años.

Médico pediatra de profesión, Trias nunca ha ocultado que procede de buena familia de la Rambla de Catalunya, con chófer y un ejército de criadas a su servicio, aunque él prefiere llamarla "familia acomodada". Xavier Trias, el segundo de 12 hermanos, tuvo oportunidad de foguearse en casa con los conflictos propios de cualquier familia de tal calibre. Esto, junto a los apellidos y a la buena educación recibida en los Jesuitas de Sarrià, pesó mucho en la conformación de carácter abierto y el don de gentes que siempre ha cultivado. Es un encantador de serpientes.

Entró en política pese a la firme oposición de su padre -"te vas a meter en líos", le dijo- y tras años de militancia en Comisiones Obreras. Lo hizo de la mano del entonces consejero de Sanidad, Josep Laporte, que buscó en Trias una especie de escudo protector ante los que le hacían la vida imposible en Convergència por su pasado "izquierdista". A pesar de su pasado sindicalista, cuentan en su equipo que los únicos que suelen salir defraudados de su despacho en cualquier negociación son precisamente los sindicatos.

La colaboración que mantuvo con Laporte durante muchos años le encumbró directamente como unos de los máximos representantes del ala socialdemócrata de Convergència, hoy prácticamente desmantelada por el empuje de los neoliberales. Trias se muestra firme defensor de la sanidad pública y en el Congreso recuerdan cómo rechazó en su día las tesis que abonaba el Banco Mundial para que los países de renta media dieran prioridad a la sanidad privada. Pujol se fijó precisamente en esta sensibilidad para hacerle consejero de Sanidad primero y darle todo tipo de encargos complicados después. Y de hecho, como Pujol, suele referirse a los más débiles de la sociedad como "aquellos que no siguen".

Casado con Puri Arraud y padre de cuatro hijos, el nuevo alcalde ha aprendido a sacar tajadada de sus defectos. Destroza el catalán y no duda en llenar sus discursos de intrincadas palabras pese a sus dificultades para enfrentarse con el sonido de la letra erre. Ya tampoco disimula el temblor de su mano derecha, que le ha obligado a desmentir todo tipo de rumores, incluido el de un supuesto Parkinson. Es "temblor intencional", aclara, del que se acentúa cuando uno más quiere disimularlo. Y lo tiene desde los 15 años, asegura.

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No dará grandes sorpresas. Ni para bien ni para mal, aseguran sus colaboradores. Ha conseguido mantenerse a flote siempre en Convergència sin mojarse demasiado en debates sobre el soberanismo y pese a haber justificado todos los pactos alcanzados con el PP de Aznar. Ahora se ha rodeado de un ejército de fieles que le han seguido siempre en su aventura municipal, que ya dura ocho años, toda una eternidad en política, sobre todo si se pasan en la oposición.

Es precisamente esta tenacidad lo que le ha distinguido de sus antecesores y ha hecho que consiguiera romper la maldición que pesaba sobre CiU en Barcelona. Ni Francesc Xavier Millet, ni Ramon Trias Fargas, ni Josep Maria Cullell, ni Joaquim Molins, ni Miquel Roca ni Joaquim Molins aguantaron más de dos intentos. Trias, como Artur Mas, lo ha conseguido a la tercera.

Primer acto: adiós a Vilaró

El primer acto de gobierno de Trias como alcalde ha sido una destitución: la del intendente Xavier Vilaró, hasta ahora jefe de la Guardia Urbana. Lo sustituirá el número dos del cuerpo, Evelio Vázquez. En campaña, Trias afirmó que Vilaró no era persona de su confianza. Y aunque no habló abiertamente de prescindir de él, la salida del jefe policial era más que previsible. Vilaró ha sufrido un gran desgaste desde junio de 2008, cuando fue alcanzado por una pelota de goma lanzada por los Mossos d'Esquadra en una celebración deportiva. El incidente provocó un rifirrafe entre ambos cuerpos. Trias considera que la coordinación policial es básica para enderezar el rumbo de la seguridad en Barcelona.

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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

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