La Roja y los números rojos
Noventa y dos años después de que Patricio marcara para España el primer gol en un partido oficial (el 28 de agosto de 1920, en los Juegos Olímpicos de Amberes), el fútbol español llegará a dos grandes citas del próximo curso en el mejor momento de su historia y con una mochila repleta de éxitos: como campeón de la Eurocopa absoluta y del Mundial, quizá como campeón del Europeo sub 21 y con un club, el Barcelona, como rey de la Liga de Campeones 2011. Con esta ola, el fútbol español afrontará los dos retos de 2012: la Eurocopa de Ucrania y Polonia y los Juegos de Londres. Nunca hubo tantas razones para el optimismo deportivo. Atrás han quedado aquellos años de tinieblas en los que solo despuntaban algunos clubes y las categorías inferiores de la selección. Hoy gobiernan la absoluta y sus menores, todas con un sello reconocible, surgidas de un tronco común, fieles a unos ideales arraigados en Viena 2008. España se ha convertido en el principal escaparate internacional. Como bien sostiene Fernando Hierro: "Somos lo que era Brasil".
Ocurre, sin embargo, que, mientras el fútbol copa podios, sus estructuras no están a la altura. Los éxitos no pueden enmascarar la falta de musculatura financiera de un sector incontenible, que derrocha y derrocha al amparo del populismo que destila en cada ciudad el equipo de turno. Un sector con una deuda reconocida de unos 3.500 millones de euros, con constantes impagos sorteados a través del maquillaje de la ley concursal, a la que ya se han enganchado casi media docena de clubes de Primera. Enraizadas las bases deportivas, es hora de que los dirigentes y las autoridades estén acordes al juego y que de ellos emane un ejercicio de responsabilidad. En caso contrario, la pelota, por bien que circule, no podrá sostener el tinglado y España perderá la mejor oportunidad de su casi centenaria historia. Los éxitos de la absoluta y sus derivadas han permitido constatar que el vivero funciona si se le cuida bien y, a la larga, es más rentable, social, deportiva y económicamente.
Llamarse Adrián o Montoya y no tener un agente repartidor de comisiones no puede ser nunca un obstáculo. Ahí está el último ejemplo, el Zaragoza, refugiado en un concurso de acreedores tras haber malgastado tanto como para acumular una deuda de 110 millones con una plantilla sin más gancho que el de dos nacionales, Ander Herrera (ya en el Athletic) y Gabi (en el camino de vuelta al Atlético).
En este glorioso fútbol ya nadie puede jugar a irresponsable. Se lo debe a Patricio y a todos los que llegaron después. De Iniesta a Adrián. Ellos sí están ya a la altura.
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