Marruecos se mueve
Mohamed VI intenta con la nueva Constitución capear la tempestad que sacude el mundo árabe
El rey de Marruecos intenta anticiparse al cambio de aires que recorre el mundo árabe tras las revueltas de Túnez y Egipto. De acuerdo con el anuncio que realizó el pasado 9 de marzo, después de que las primeras manifestaciones en el país reclamaran el fin de la corrupción y una completa democratización del régimen, el monarca se propone someter a referéndum una nueva Constitución durante el próximo mes de julio. Se trata de un texto otorgado, fruto del encargo del propio Mohamed VI a un grupo de expertos, que, no obstante, habrían intentado consensuar con las principales fuerzas políticas con representación parlamentaria.
La principal fuerza islamista legal, el Partido de la Justicia y el Desarrollo, ha expresado sus reservas al reconocimiento de la libertad de conciencia recogido en la nueva Constitución, argumentando que supone un atentado contra la identidad islámica del país. En realidad, esa identidad es más la expresión de un proyecto político que de una realidad contrastable. Los marroquíes, al igual que el resto de los ciudadanos árabes, se definen más por su pertenencia nacional que por su credo, con independencia de que el islam pueda ser sociológicamente mayoritario. No tiene sentido que el Estado, que ya reconoce la libertad de cultos, prohíba a los musulmanes cambiar de religión. Ni tampoco que intente imponer unas costumbres que, en muchos casos, son resultado de la tradición más que del credo religioso.
El principal problema de la nueva ley suprema deriva del hecho de que sea otorgada. Es cierto que con un Parlamento a la medida del rey, y no de la voluntad inalterada de los marroquíes, resultaba difícil emprender un auténtico proceso constituyente. Pero ese proceso seguirá siendo la asignatura pendiente para la democratización de Marruecos, por más que la ley fundamental pueda ser un paso adelante. En la nueva ley fundamental, aunque se otorgan mayores poderes al Gobierno, el monarca sigue siendo un elemento decisivo de poder en ámbitos tan cruciales como el religioso, la seguridad o el militar.
El avance en el plano político atiende solo a una parte de las reivindicaciones de los marroquíes. El resto tiene que ver con la lucha contra la corrupción. Si Mohamed VI no la combate con determinación, el ejercicio constitucional podría calmar momentáneamente las aspiraciones de los marroquíes, pero no colmarlas.
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