El saqueo de los halcones de Gaudí
El fiscal investiga el robo de polluelos en la Sagrada Familia
"Los halcones son agresivos. Si una gaviota se acerca a su nido, la destrozan", dice Eduard Durany, una suerte de paterfamilias de los halcones peregrinos que viven en Barcelona. De modo que puede considerarse afortunado el operario, intruso o quienquiera que fuera que el pasado abril subió al campanario de San Bartolomé de la Sagrada Familia, robó las crías y salió de allí vivo.
Los padres de las criaturas -no se sabe con certeza si son dos o tres los polluelos desaparecidos- son un macho foráneo que fue liberado en el puerto de Barcelona y una hembra autóctona que nació en la montaña de Montjuïc. Para ellos no hay consuelo. Tampoco para Durany, que una mañana subió a la torre con la esperanza de ver a los recién nacidos ya libres de su cáscara. Encontró un nido vacío.
Para Durany, no cabe duda: no fue un accidente ni una anomalía natural. Y ya se sabe lo que les pasa a las gaviotas que osan acercarse. Solo queda un camino: alguien aprovechó un descuido y los robó. El campanario está cerrado al público, pero los trabajadores del templo expiatorio o algún individuo bien pudieron acceder a él. La fiscalía ha abierto diligencias para investigar, con la ayuda de agentes rurales, el paradero de las aves.Los halcones peregrinos se usan en cetrería y su valor oscila entre 800 euros un macho y los 2.000 de una hembra. "Es que ellas son más grandes y vuelan más", puntualiza Durany. El ladrón de bebés de halcón lo tendrá difícil para colocar su botín en el mercado, ya que se trata de una especie protegida. "Quizá las quiere para su propio uso. O para enviarlas fuera de España", razona Durany.
Los halcones llegaron a desaparecer en Barcelona en la décadad de 1970, cuando "la última pareja fue eliminada". Era una época en la que la lucha entre halcones y palomas era más que una expresión manida para contraponer perfiles políticos. En 1999 se liberaron ejemplares y empezaron a criar.
A ninguna de las cinco parejas de halcones le habían robado sus crías hasta ahora. Cada año, los ocupantes de la Sagrada Familia ponían sus huevos, que eran controlados por una cámara web. Esta vez concurrió la mala suerte: "Pusieron el nido a más altura... y allí no tenemos cámara".
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