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PATÉ DE CAMPAÑA | Elecciones municipales
Columna
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El día y la noche

Alberto Fernández afirma que en Barcelona la noche y el día no tienen nada que ver. Lo dice de paseo por el Raval, supuesto centro de toda la maldad que anida en Barcelona. Un paseo tranquilo y diurno. El dirigente popular es, en el fondo, como la ciudad que describe: claro como el día en el plano corto e implacable y nocturno en público. No despierta, en general, ni odios ni amores. Eso no quita que, de pronto, en la plaza de Castilla, alguien le desee "éxito". Responde un comedido "gracias".

En la calle de Valldonzella tiene que cambiar de acera: hay tantas motos mal aparcadas que no caben dos personas juntas, infracción que no le irrita. Tampoco el ruido, aunque deja claro que no confía en la autoridad para atajarlo. Su esperanza es la electrificación del parque móvil.

Alguien le dice: "Estamos muy mal. Hay muchas mafias y gitanos y gente de fuera"

En la calle del Carme lo aborda un hombre: supera el medio siglo y viste un blazer. "En el barrio estamos muy mal. Hay muchas mafias y gitanos y también gente de fuera". Casi, casi el programa del PP de García Albiol: inseguridad e inmigración se dan la mano.

Encuentra acogedor el claustro del Institut d'Estudis Catalans y el patio del antiguo Hospital de la Santa Creu, lleno de jóvenes pertenecientes a centros docentes cercanos. Aprecia el sosiego, pero sentencia: "La ciudad cambia al ponerse el sol". Es de día y luce un sol espléndido que aprecian los indígenas y los turistas.

En la calle de Sant Rafael se cruza con una mujer situada en la treintena. Viste bien y arrastra un carrito de la compra. Lo mira y le espeta: "No he votado nunca. Nunca". Y ambos siguen su camino sin más. Al poco, un joven con un colocón de cuidado le recomienda un local donde hacen pollo frito. "Está al volver la esquina. Buenísimo". No reconoce ni a su sombra, mucho menos a Alberto Fernández.

En la calle de Robador se aprecia cierto bullicio. Un considerable número de prostitutas señalan que el negocio goza de amplia demanda. Uno de los clientes se encara con el fotógrafo: no quiere salir en ninguna foto. Es decir, no quiere que la familia se entere de su excursión más o menos erótica. Un ciclista pasa junto al candidato y se gira sin pararse. Con un acento nítidamente argentino le reprocha que haya ido al barrio "a discriminar".

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