¿Cuánto vale un Porsche?
¿Cómo puede conseguir el importador de Porsche en Argentina que el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner desbloquee los vehículos que llevan semanas paralizados en la aduana? Arreglándoselas para exportar vino argentino por un valor equivalente. El plan se llama 'uno por uno' (un dólar exportado por uno importado) y es la fórmula que ha encontrado el Gobierno de Buenos Aires para proteger un superávit comercial, que empezaba a sufrir serios problemas en algunos sectores, incluido el automotor.
El Ministerio de Industria asegura que, gracias a los acuerdos llegados con la mayoría de las empresas automovilísticas instaladas en Argentina, el déficit comercial del sector, que se calculaba en unos 5.800 millones de dólares, pasará a ser menos de la mitad en 2012. El importador de Porsche (unos 100 vehículos al año) se convertirá en exportador de caldos. El de Alfa Romeo ha asegurado que exportará biodiésel. Lo mismo harán, de una forma o de otra, Volkswagen, Mercedes Benz y Peugeot Citroën. No queda más remedio, porque se calcula que llegó a haber cerca de 6.000 vehículos "demorados".
El importador de Porsche se convierte en exportador de vino
El acuerdo más importante es el firmado con General Motors, que tiene fábricas en Argentina y que se compromete a mejorar su balanza comercial en nada menos que 548 millones de dólares, pasando, según el Ministerio, de 494 millones de déficit a 54 millones de superávit el año próximo. El presidente de GM Argentina, Sergio Rocha, afirma que tiene "la camiseta puesta" y que llevará a cabo una potente política de exportación a otros países latinoamericanos.
Impedir que se descontrole el superávit comercial, de unos 12.000 millones en 2010, es uno de los objetivos fundamentales del Gobierno de Cristina Fernández, porque es imprescindible para que el banco central tenga suficientes reservas y para que pueda seguir controlando adecuadamente el tipo de cambio. El verdadero especialista en el tema era su marido, el fallecido Néstor Kirchner, que manejaba como nadie la "sintonía fina" que supone bloquear determinadas importaciones en determinados momentos y en ampliar o achicar la lista de productos que se deben someter a las llamadas "licencias no automáticas", una fórmula de regulación que admite la OMC, siempre que su aplicación no supere los 60 días.
"En el fondo, es preferible que se haya ampliado la lista de licencias no automáticas, como han hecho ahora (de 400 a 600 productos), porque, por lo menos, ahora sabemos a qué atenernos y no estamos siempre en vilo, sometidos a las idas y venidas del secretario de Comercio, Guillermo Moreno", suspira un importador local. La nueva normativa afecta no solo a vehículos y componentes de automotor, sino también a motocicletas, textiles, productos metalúrgicos, vidrio y ciertos electrodomésticos, entre otros rubros.
El principal problema cuando Argentina se lanza a controlar las importaciones es cómo repercute eso en la alta inflación que sufre el país y la reacción de Brasil, su socio principal en Mercosur y uno de los más afectados por esos vaivenes. El anterior presidente, Lula da Silva, resistió siempre las presiones de los industriales de São Paulo, que exigían represalias. El nuevo Gobierno de Dilma Rousseff no acepta con tanta facilidad la necesidad argentina de proteger su industria, aunque cree que la competencia, capaz de desequilibrar su balanza comercial, no llega tanto de Brasil como de China. Pero Pekín ya ha demostrado en Argentina que no tiene tan buenas pulgas cuando de defender sus propias exportaciones se trata.
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