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Crítica:La lidia / Feria de San Isidro | Quinto festejo
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Enfangados

Antonio Lorca

Comenzó a llover a la hora del café, sobre las cinco de la tarde, y no paró hasta que el tercer toro estaba ya en el desolladero. Caía una espesa cortina de agua cuando se abrió la puerta de cuadrillas y allá que iniciaron los toreros el paseíllo sin haber inspeccionado, siquiera, el estado del ruedo. Queda en el aire la duda: o es que venían a por todas, cayera lo que cayera, o alguien los presionó para que miraran para otro lado porque devolver más de veinte mil entradas maldita la gracia que le hace a cualquier empresa. Sea como fuere, el agua, persistente y copiosa, fue una invitada molesta que influyó, qué duda cabe, en el desarrollo del festejo. Ni los toros ni los toreros se desplazan con la seguridad que ofrece el suelo seco; y más que mojada, enfangada quedó la arena venteña, a pesar del buen drenaje del piso de la plaza. Al final, más que una corrida aquello parecía un partido de rugby, con los jugadores embarrados hasta las cejas, las zapatillas y los trajes para el tinte, y muletas y capotes para la lavadora.

EL MONTECILLO / UCEDA, FANDIÑO, TENDERO

Toros de El Montecillo, bien presentados, mansurrones, muy nobles los dos primeros; agotado el tercero; rajado el cuarto; inválido el quinto y manso y soso el sexto.

Uceda Leal: estocada desprendida (ovación); estocada baja (silencio).

Iván Fandiño: estocada (oreja); estocada caída (ovación).

Miguel Tendero: pinchazo y estocada (silencio); pinchazo y estocada baja (silencio).

Plaza de Las Ventas. Sábado, 14 de mayo. Quinta corrida de feria. Casi lleno.

Más información
El toro y la belleza

Pero hubo corrida, y toros y toreros, y una oreja. Y, además, finalizó antes de las nueve. Chorreando todos, eso sí, pero pronto a casa. Ya se sabe que lo bueno, si breve...

Bueno, la verdad es que el festejo fue más breve que bueno. Los toros decepcionaron por su invalidez y sosería, a pesar de que la nobleza de los dos primeros hizo abrigar las mejores esperanzas. Influyó, seguro, la lluvia, el barro, una lidia inadecuada, un exceso de castigo en varas, pero el festejo inició una cuesta debajo de la que no se recuperó.

Y decepcionaron los toreros. No todos. Fandiño, por ejemplo, se salvó de la quema. Y más que por la oreja que cortó, por su disposición, porque vino a buscar el triunfo, porque vendió muy bien su producto y mantuvo la ilusión hasta el último momento. Tanto es así que poco le faltó para cortar también la oreja del quinto, lo que le hubiera abierto la puerta grande y se hubiera consumado una tropelía, porque ese animal era un completo inválido al que se enfrentó con una encomiable decisión y no pudo dar ni un meritorio pase. Pero allí estuvo el torero, enterradas las zapatillas en el fango, alegre, entregado y confiado, con el vestío ensangrentado de arriba abajo a causa de unas ceñidísimas gaoneras que dibujó en un quite al primero de la tarde, y con el público encantado. Pero no fue posible la faena a pesar de su encendida voluntad. Se perfiló para matar, eso sí, como mandan los cánones, cobró una estocada hasta el puño algo caída, y recibió una merecida ovación. La oreja la cortó en el segundo, un nobilísimo toro, blando de remos, de edulcorada embestida, al que parearon con acierto Pedro Lara y Llaverito. Destacó Fandiño con la zurda en tres tandas de naturales, de más a menos, lentos y hondos, a los que faltó, quizá, la chispa de la que el toro carecía. Una buena tanda de derechazos y unas ajustadas bernardinas finales, precedieron a una gran estocada ejecutada a ley. Se premió la estocada y su alegría, más que la faena, que no alcanzó los niveles de emoción que una oreja en Madrid exige.

Mejor toro fue el primero, manso en el caballo, y largo, fijo y bondadoso en la muleta. Estaba lloviendo a mares, es verdad; todo el mundo incómodo, y se supone que también Uceda. Pero no hubo conexión, ni fe, ni entrega, ni esa imprescindible confianza para romper la plaza y cambiar el signo de una temporada. Hubo pasajes de calidad porque Uceda tiene mimbres y el toro era canela en rama, pero unas tandas por ambas manos -otra tarde más- cortísimas, de esas que te dejan con la miel en los labios, y la sensación de que todo estaba cogido con alfileres. Al guapo toro cuarto lo masacraron en varas y se rajó antes que su matador.

Otro toro vapuleado en el caballo fue el tercero, y llegó a la muleta de Tendero molido y agotado, sin fuelle para la embestida. Pero el torero, que se lució en un quite por chicuelinas al segundo, no evitó el naufragio en el sexto, manso y soso, pero que acudió a la muleta vulgar y despegada del joven matador. No hizo el toro nada feo, como ninguno de sus hermanos, pero el diestro se mostró espeso y carente de ideas. La gente no se lo tuvo en cuenta porque eran las nueve menos diez y estaba deseando llegar a casa para cambiarse de ropa y evitar un resfriado.

El diestro Iván Fandiño, con su segundo toro, al que cortó una oreja.
El diestro Iván Fandiño, con su segundo toro, al que cortó una oreja.CLAUDIO ÁLVAREZ

Pitos

- La persistente e intensa lluvia fue una invitada molesta. El agua y el barro emborronaron el festejo.

Ovación

- Iván Fandiño ejecutó a la perfección la suerte de matar en el segundo de la tarde.

Su gran estocada le valió

una oreja.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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