Un derbi a gusto del campeón
El Barcelona hace valer su juego técnico y refinado frente al Espanyol y ya solo le falta un punto para revalidar el título
La vida sin el Madrid como compañero de viaje es más llevadera y agradable para el Barcelona, al que ya solo le falta un punto para cantar el alirón. No quiere decir que los partidos pierdan tensión, y menos si después de la serie del clásico llega el derbi, como ha sido el caso. Al Espanyol incluso se le suponen rasgos propios del Madrid: ambos son intensos por necesidad, agresivos hasta donde permite el árbitro, difíciles de jugar desde el punto de vista de la exquisitez del Barça. Ocurre que los azulgrana son un equipo fino y alegre cuando se liberan del Madrid. Inferiores, los blanquiazules no dieron abasto y se vencieron sin decir ni pío.
La derrota del Espanyol tuvo al fin y al cabo tanto mérito como la victoria del Barcelona. Los muchachos de Pochettino jugaron dignamente, como ya es costumbre en el Camp Nou, siempre generosos y ayer sin una queja, excesivamente mansos. No merecen ni un reproche los españolistas de la misma manera que los barcelonistas recuperaron su mejor versión y merecieron la felicitación de una hinchada que pasó una tarde estupenda, sin sobresaltos, enamorada de los suyos y socarrona a distancia con Mourinho. Los socios se preguntaron en voz alta: "¿Por qué?". El miércoles pueden festejar el título en el Ciutat de València.
Al Barcelona le conviene ganar cuanto antes la Liga para ponerse en la final de la Copa de Europa. Necesita tiempo para llegar en condiciones el día 28 a Wembley. No extrañó, por tanto, que formara con la mejor alineación posible, a excepción de Puyol, sustituido en el lateral izquierdo por Fontàs. No hubo ninguna concesión por parte azulgrana. Otra cosa fue el Espanyol. A pesar de prescindir de su jugador más caliente, Luis García, los blanquiazules fueron tan correctos académicamente como atrevidos. Apretaron de salida cerca de Valdés y se defendieron lejos de Kameni, muy agrupados en la divisoria. Una buena estampa.
Equipo físico y solidario en el reparto del campo y de los esfuerzos, el Espanyol tiene un buen sentido del juego colectivo y cuenta con un ariete solemne de nombre Osvaldo, una mala pareja de baile para cualquier central, incluso para Piqué. A los españolistas, sin embargo, negados desde enero en cancha ajena, les pierden los detalles y los errores individuales, nada extraño en un plantel juvenil y precario. Un rechazo de Galán les vendió porque la pelota quedó a los pies de Iniesta y después una actitud displicente a la salida de un córner cabeceado por Piqué rubricó su derrota. El billete para Europa no se gana en el Camp Nou.
Puesto que les costó ganar el espacio para filtrar el pase o armar el tiro, los azulgrana recurrieron al regate de Messi e Iniesta, una suerte imposible para cualquier defensa, joven o experta, igual da. El gol del manchego fue de una ejecución excelente por la recuperación, el control, la diagonal y el tiro. Afortunado a la hora de encontrar la portería en su segundo remate del encuentro, el Barcelona pecó de falta de puntería por el mal tino de Villa. El Guaje no supo poner el punto final al fútbol de salón de Xavi, Iniesta y Messi. A ratos, los azulgrana jugaron muy bien al fútbol y exigieron la mejor versión de Kameni.
La velocidad del balón del Barcelona desbordó al Espanyol, destensado y sin salida, obligado a la defensa de su cancha. Únicamente su aplicación retrasó la derrota hasta la salida del descanso, cuando Piqué pilló la matrícula a Raúl Rodríguez en el primer palo. No aprende el Espanyol a defenderse ante las jugadas de estrategia para suerte del Barça, que se regaló un final muy cómodo. Aunque al fútbol le faltó continuidad, el partido estuvo salpicado de jugadas interesantes. Unas, de Osvaldo, que no tuvo la suerte de Tamudo o Lo Pelat en su día, y la mayoría, de Messi, que no pareció muy interesado por el Trofeo Pichichi.
Al Barcelona le interesan más las causas de equipo que las particulares, a no ser que sean cuestiones como la de Abidal, de nuevo homenajeado. Recuperan efectivos los azulgrana camino de Londres y, previamente, de Valencia. Tienen una obsesión por los lugares que les traen buenos recuerdos. Fue en el Ciutat de València donde cantaron el alirón con Rijkaard en 2005. El Madrid, mientras tanto, ya pide la revancha para la Supercopa. Desde la distancia, madridistas y barcelonistas reivindican por separado su razón futbolística, conscientes de que cuando se cruzan no se ponen de acuerdo en lo común, ni en el árbitro ni en la pelota.
A un equipo técnico y refinado como el Barcelona, cuando le juegan como ayer el Espanyol, limpio y generoso, difícilmente le ganan. El derbi se jugó a gusto del campeón, al que tan solo le falta un punto en tres jornadas para revalidar el título.
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