Una campaña heroica
Anoche comenzó oficialmente la campaña para las elecciones autonómicas y municipales. Una campaña que para el PPCV cabría calificar de heroica, porque sus militantes tienen la responsabilidad de movilizar a una sociedad profundamente desmoralizada ante la mayor crisis de la historia de nuestra democracia.
Una etapa en la que el PSOE no ha sabido dar la mínima respuesta a una nación que se sumía en una tasa de paro superior al 20 por ciento, lo que se traduce en casi 5 millones de personas sin trabajo, 1,4 millones de familias con todos sus miembros en el paro y un 50 por ciento de desempleo juvenil. Es la herencia de un Gobierno fracasado, incapaz de poner fin a esta situación y que puede calificarse de corrupción política, ideológica, económica y de valores.
La crisis ya se ha llevado por delante a Rodríguez Zapatero, quien en los próximos meses cerrará su lamentable protagonismo. En cuyo ejercicio ha mentido reiteradamente a los españoles y ha inspirado o tolerado un ataque injusto a los valencianos, a sus instituciones de autogobierno y al presidente de la Generalitat. Orquestando una escandalosa campaña mediático-política en contra de la dignidad de nuestro pueblo.
En tan duras condiciones, va a ser muy revelador comprobar quién se gana la confianza de los ciudadanos el próximo día 22. Ellos van a ser los verdaderos héroes de esa jornada de democracia porque con su participación cívica en las urnas pondrán luces donde otros llevan meses colocando sombras.
Hace veinte años que el PPCV gobierna los Ayuntamientos de las grandes ciudades valencianas y dieciséis que preside y dirige la política autonómica. Lo hace con la confianza y la legitimidad que las urnas han otorgado a sus dirigentes y a sus programas. Ello ha sucedido así porque el PP ha sabido convertir las inquietudes y propuestas de los ciudadanos en programa de gobierno. En políticas activas al servicio de las personas. Esa es la verdad histórica y presente, y no lo que dicen las manidas especulaciones de la agit-prop de izquierdas.
La hegemonía electoral y social del PP no ha sido coyuntural. Su constante incremento es algo muy justificado, muy bien ganado por sus militantes y dirigentes desde que en 1995 el PSPV-PSOE cosechara su primera gran derrota y fuera alejándose cada vez más de los intereses reales de los valencianos. Derrota que derivó, entre otras cosas, en una vorágine de luchas cainitas que han arrumbado sucesivamente a cuatro de sus candidatos a la presidencia de la Generalitat (Joan Lerma, Joan Romero, Antoni Asunción y Joan I. Pla) y que muy pronto amenazará la continuidad de Jorge Alarte, el quinto. Un camino suicida que ha hecho que el Gobierno socialista de la nación castigue a los valencianos en temas tan vitales como el agua, las infraestructuras o la financiación. Datos que subrayan duramente la endémica debilidad del socialismo valenciano y su distanciamiento de los intereses de los valencianos.
Esta estrategia, que calificaría de lúgubre por el daño institucional ocasionado, ha sido reforzada por el triste protagonismo, en los últimos tiempos, de los señores Alarte y Luna, adalides de una vergonzosa campaña de desprestigio hacia las instituciones valencianas y de recorte de las inversiones por parte del Gobierno socialista a nuestra Comunidad.
Tan penosa ejecutoria política puede convertirse ahora en un bumerán contra la cúpula socialista. Porque en una sociedad democrática consolidada no se puede tildar a la ciudadanía de "adormecida" por el hecho de elegir una determinada opción política, tal y como algunos seudoanalistas nos quieren hacer ver. Porque no es el ciudadano quien debe entender al partido político, sino el partido quien debe presentar soluciones a los problemas de los ciudadanos y ganarse democráticamente su confianza.
Esa falta de realismo, esa desconexión con la ciudadanía, define el drama que atenaza a los socialistas valencianos desde hace varios lustros. Un mal que puede afectar también a quienes continúan buscando las razones de las reiteradas derrotas socialistas.
Ante la falta de perspectivas, la carencia de programa, la orfandad de un líder y la agresividad verbal del PSOE, el PP se presenta con un programa centrado, sensato, hecho de abajo arriba y eficaz para luchar contra la crisis. Porque ha llegado la hora en la que los ciudadanos demostrarán ser capaces de sobreponerse a la grave situación que vivimos. Y lo harán valorando, desde su madurez política, qué opción de las presentadas merece su respaldo.
La Comunidad Valenciana actual es, en gran medida, resultado del carácter emprendedor de la sociedad civil y de las políticas realistas, cercanas, dialogantes y centristas de los Gobiernos populares. Una trayectoria que ya suma 18 victorias electorales consecutivas, asentadas sobre programas de gobierno que han merecido la confianza mayoritaria de los valencianos. Y todos los indicadores demoscópicos y de opinión vaticinan que esta tendencia consolidada otorgará el día 22 de mayo al PP bastante más del 50% de los votos, al PSPV-PSOE el 30% aproximadamente y el resto se debatirá alrededor de un 5%. Así es la vida.
Las elecciones autonómicas y locales también serán un plebiscito sobre la fracasada política socialista del presidente Zapatero y sobre la confianza que despiertan sus herederos, se llamen Rubalcaba, Chacón o Bono. Además, serán la antesala de un adelanto de las elecciones generales. Ya en clave valenciana, las elecciones provocarán una refundación del PSPV-PSOE una vez se confirme su inexorable debacle electoral.
En ambos casos ganará la democracia. De una parte, porque los españoles podrán optar libremente por quienes están dispuestos a liderar la salida de la crisis como ya hizo el PP cuando estuvo al frente del Gobierno de España. De la otra porque los militantes socialistas se merecen unos dirigentes mucho mejores que los actuales.
Rafael Blasco es Consejero de Solidaridad y Ciudadanía.
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