Un Astérix para la eternidad
Los personajes de ficción a los que sus creadores han convertido en más reales que los de carne y hueso, ¿deben morir como sus creadores o aspirar a la inmortalidad?
Astérix, el invencible guerrero galo que, en honor del nacionalismo francés, derrotaba una y otra vez al invasor romano, hasta la victoria final de las legiones, seguirá existiendo más allá de la muerte de sus creadores y, suponemos, que constituyendo un negocio como hasta ahora de más de 10 millones de euros de facturación anual, con 325 millones de álbumes vendidos desde su aparición en 1959.
En 1977 murió el guionista, René Goscinny, y su hija Anne formó sociedad con el dibujante, Albert Uderzo, hoy de 84 años, para continuar la publicación, aunque según Sylvie Uderzo, a su vez hija del anterior, existía un acuerdo entre guionista y dibujante para que a la muerte del último de ellos desapareciera también el héroe del hexágono.
Uderzo se hizo entonces cargo de dibujo y trama, perpetuando el éxito de siempre. Hoy, sin embargo, las cosas son diferentes. El pintor de viñetas tiene graves temblores en una mano y ha de servirse de una serie de colaboradores que dibujan bajo su dirección. Al fin y al cabo, asegura sin la menor falsa modestia, los grandes del Renacimiento tenían también su taller de machacas. Y en una última treta para vencer a la muerte, ha conseguido, pese a la oposición de su hija que defiende el acuerdo con Goscinny, vender la empresa con todos los derechos de reproducción de las historias por varias docenas de millones de euros, a Hachette Livre, la editora originaria. La pega consiste en que por mucho que se imite el estilo fanfarrón del semidesnudo titán galo, los álbumes serán otra cosa. El neo-Astérix pervivirá, pero solo como un ectoplasma de sí mismo.
Ylo peor es que en esta trifulca a nadie le importa que la gloria de Astérix sea síntoma de la debilidad de Europa. Porque ¿qué hablan hoy los franceses? ¿El galo-patois, o un derivado del latín macarrónico? La terrible moraleja es que la guerra la ganó Roma, inventora de Europa, pero quien mola a los franceses es un tipo que puede representar todo menos el futuro del continente.
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