Mentiras de MAR
Miguel Ángel Rodríguez mintió a sabiendas. Él sabe que Montes no es nazi. Dijo "nazi", y lo dijo imponiendo su voz sobre los argumentos del colega Isaías Lafuente, en 59 segundos. Y lo dijo refiriéndose al médico, no cabía duda.
MAR (así llaman en el sector periodístico al que fue portavoz del Gobierno de Aznar) lo hizo porque así impedía que el telespectador escuchara al discrepante, que utilizaba la razón sobre el insulto. Al final, lo que quedó de aquel intercambio fue la machaconería de MAR: "¡Nazi! ¡Nazi! ¡Nazi!".
Mintió cuando dijo que le decía "¡nazi!" a Isaías, como si no lo hubiéramos visto en directo primero y en YouTube más tarde. "¡Nazi!". Como para olvidarse uno de un insulto así.
Mintió ante los telespectadores entonces, como mintió ante los telespectadores de La Noria. Él sabía que las prácticas médicas del doctor Montes habían superado la denuncia de la Comunidad de Madrid, para alivio de los muchos que saben en España que este hombre es un médico honorable.
Así que MAR debía saber que Montes es un médico honorable, por lo menos esos datos también estaban en sus manos, pero él prefirió la demagogia envuelta en grito, y no solo en grito, sino también en grititos, que fueron los que profirió mientras hablaba Lafuente en 59 segundos. "¡Nazi! ¡Nazi! ¡Nazi!". Inolvidable y vergonzoso.
Las mentiras de MAR no se quedaron circunscritas a la sede televisiva, y eso ya era grave, porque hay más gente viendo esos programas que leyendo la sentencia de un juez. MAR trasladó sus mentiras a sus declaraciones en sede judicial. Como pórtico de sus argumentos despóticos, le dijo al juez que lo que quería era darle "un coscorrón" al médico por meterse en política. Ese concepto que mostró MAR en esta comparecencia es predemocrático, como lo era la sugerencia que Franco le hacía a sus ministros: "Haga como yo, no se meta en política".
Mintió para engañar, para prolongar la agonía pública del médico, acosado desde el PP de manera innoble y concienzuda. La maldad con la que quiso sepultarlo bajo el vocablo nazi conoció su esquina de cinismo cuando dijo que a esas tertulias se va poco documentado y a armar jaleo. El juez aquí se erige en defensor del telespectador mudo, pues reprocha a las cadenas, y a los periodistas que estaban allí, que no hubieran saltado de sus asientos cuando este hombre, MAR, gritó "¡Nazi!" con tanta saña y tantas veces. Si se erradica el grito gana la tele. Eso no lo dice el juez, pero ya es hora de que lo diga la tele.
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