Tiendas y pasillos sin vida
Los comerciantes que resisten en el mercado Puerta de Toledo denuncian que la Comunidad de Madrid les acosa para que se marchen del edificio
El mercado Puerta de Toledo es un páramo. La mayoría de sus locales tiene los escaparates tapados con papel de embalar y no se ve a casi nadie por sus numerosos y modernos pasillos. El silencio reina en el edificio y apenas queda una veintena de comerciantes con sus locales abiertos.
El mercado está gestionado por la Comunidad de Madrid, pero su propietario es el Ayuntamiento. Su futuro, aunque aún no está del todo decidido, es convertirse en un centro de posgrado de la Universidad Carlos III, por lo que los comerciantes están inquietos pensando qué pasará con sus negocios. Incluso denuncian que la Comunidad les está haciendo mobbing para que se vayan lo antes posible.
"Lo que más me preocupa es que mis clientes piensen que hemos cerrado", comenta Sabin Orueta, que tiene junto a su mujer una peluquería en el mercado. Denuncia que, desde 1997, la gestión del centro comercial ha ido a la deriva. Ahora, con el protocolo firmado por la Comunidad y el Consistorio con la Carlos III el pasado 25 de enero, todo parece perdido.
La Universidad Carlos III convertirá el edificio en un centro de posgrado
"Han quitado hasta el hilo musical", lamenta uno de los que aún resisten
"Han disminuido los agentes de seguridad y los empleados de la limpieza, han quitado el hilo musical y hasta han reducido el aire acondicionado y la calefacción", explica Orueta. Para la supresión de la música la Comunidad tiene una explicación. Un portavoz de la Consejería de Economía y Hacienda dice que el motivo es que "ha vencido el contrato con la SGAE" y que no merecía la pena renovarlo por el futuro cambio de uso del edificio. "Me están arruinando con mis propios impuestos", comenta el comerciante mientras se toma un café en la casi desierta cafetería del mercado.
"Yo tengo contrato en un centro comercial, no en un tanatorio", explica Orueta, que recuerda los buenos tiempos del mercado, cuando se inauguró como un exclusivo centro de compras en 1986. "Te encontrabas a Bruce Springsteen y Cher comprando zapatos, a los mejores arquitectos... Era espectacular", recuerda Orueta. Él es de los comerciantes más antiguos, por lo que su contrato dura hasta 2016. El portavoz de Economía y Hacienda ha asegurado que "se van a respetar todos los contratos", y que se están reuniendo desde el 3 de febrero con los comerciantes para llegar a un acuerdo. "Se negociará cada caso concreto de manera individual. Si alguien quiere quedarse hasta 2016, hay plantas que se pueden mantener como comerciales, mientras que las que estén vacías se irán incorporando al campus", comentan desde la Comunidad.
Otro punto polémico del protocolo firmado en enero es que se considere la presencia de negocios privados en el mercado como una "situación sobrevenida", y que son "negocios impropios" e incompatibles con el régimen jurídico del mercado. Este cambió de régimen jurídico es en 1997, cuando el Ayuntamiento le mudó su entonces régimen de bien patrimonial al de "bien de dominio público". Ahora, en el protocolo, dice textualmente que hay "una manifiesta incompatibilidad sobrevenida entre la naturaleza del bien y los negocios jurídicos sobre él impropiamente constituidos".
Sin embargo, aunque esta "incompatibilidad" lleva produciéndose desde 1997, cuando se cambió el régimen jurídico del inmueble, hasta enero se han seguido renovando los contratos de alquiler. Los negocios serían tan impropios entonces como ahora -a pesar de que un bien de dominio público como un mercado pueden explotarlo empresas privadas-. En la Comunidad explican que se han seguido renovando los contratos durante estos años porque "se estaba buscando una solución integral para el edificio, y mientras tanto se mantenía la opción del mercado".
La Comunidad ya ha comenzado a negociar con los que tienen contratos que vencen antes. Mientras, la tienda de Adolfo Domínguez anuncia que cerrará en agosto, dejando la quinta planta casi vacía. Los televisores de plasma de los escaparates acumulan polvo, los escasos visitantes se inquietan ante el eco que provocan sus pasos y los negocios languidecen esperando una solución para un mercado que ya es solo un espejismo.
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