El centroderecha francés se divide
Las malas perspectivas electorales minan la autoridad de Sarkozy y enfrentan a los barones de la UMP
Los resultados de Nicolas Sarkozy de las pasadas elecciones cantonales (un 20%, por detrás del Partido Socialista) fueron malos. Pero las perspectivas son peores: varios sondeos recientes auguran que, de celebrarse ahora las elecciones presidenciales de 2012, el actual jefe del Estado francés caería en la primera vuelta y contemplaría humillado a Marine Le Pen, presidenta del Frente Nacional, disputar la segunda al candidato socialista que salga en otoño de las primarias del PS. Este sombrío futuro ha hecho que la Unión por un Movimiento Popular (UMP), la formación liderada por Sarkozy que aglutina a centristas, neogaullistas, conservadores y liberales, entre otros, hasta ahora bien ensamblados por el pegamento del poder, comience a fracturarse.
El primer ministro, Fillon, no participará en un debate sobre identidad e islam
Esta semana, el secretario general de la UMP, Jean-François Copé, reprochó en directo en Canal + al mismísimo primer ministro, François Fillon, que se preocupara mucho de sí mismo y "no supiera jugar para el equipo". Era una acusación rotunda que retumbó en todo el centro-derecha galo. Fillon, días antes, había criticado el polémico debate sobre el islam que, impulsado por Copé, va a organizar la UMP el 5 de abril. Se trata de una convención en la que la UMP promete debatir y aportar respuestas a cuestiones sobre si se debe permitir a los musulmanes que recen en la calle, por ejemplo.
El debate, encaminado en un principio a retener a los votantes que se mudan desde hace un año hacia el Frente Nacional, se ha convertido en un quebradero de cabeza para Sarkozy. El miércoles, seis responsables de seis religiones (católica, musulmana, protestante, judía, budista y ortodoxa), firmaban una tribuna alertando sobre "los riesgos de la estigmatización".
Fillon, para escenificar su desacuerdo con esta convención -y para dejar claro que se encuentra más al centro que Copé-, ya ha anunciado que no acudirá. También el portavoz del Gobierno, François Baroin, ha pedido a sus correligionarios que se olviden del debate y se centren "en el paro o la crisis económica".
Estos toma y daca (impensables hace meses) demuestran que el presidente de la República y jefe de filas -proclive al debate, por otra parte- pierde autoridad. Incuestionable hace un año, omnipresente siempre, Sarkozy comienza a ser mirado de reojo. Los periódicos franceses se llenan de testimonios de ministros, diputados y senadores de la derecha que, en la voz baja del anonimato, confiesan su desánimo. Aseguran que Sarkozy "está acabado", que "los franceses están cabreados", que "ya no soportan su manera de ser".
Añaden que la vieja táctica de apelar a la seguridad ciudadana y a la identidad nacional frente a la invasión de costumbres de los inmigrantes ya no le funciona, o le funciona menos o, según los más críticos, no ha servido sino para dar alas al Frente Nacional. "Entre el original y la copia, la gente prefiere el original", explican.
Ni siquiera su esfuerzo por ganar estatura internacional (presidente de turno del G-8 y G-20, primer jefe de Estado en reconocer a los rebeldes libios, primero en viajar a Japón y proponer medidas para regular la energía nuclear, líder impulsor del enfrentamiento a Gadafi...) le ha servido para mejorar su maltrecha imagen interna a 13 meses de jugarse la reelección.
Por eso, muchos consideran que las disputas de gallos que afloran a su espalda desde la derrota de las cantonales no son sino los codazos previos para colocarse bien en la era post-Sarkozy. Los medios franceses, aficionados como nadie al género de la política-ficción, ya han designado a los que, en teoría, le sucederán: los mencionados Fillon y Copé y el ministro de Asuntos Exteriores, Alain Juppé.
Pero los politólogos y directores de empresas de sondeos advierten, con todo, de que es pronto para descartar a Sarkozy. Brice Teinturier, director general de la empresa de análisis electorales Ipsos, considera que es "prematuro asegurar que las cosas ya están resueltas". Y añadió en Le Nouvel Observateur: "Los socialistas aún no han nombrado candidato y aún ignoramos sobre qué girará la campaña".
Hollande se lanza al ruedo
El ex primer secretario del Partido Socialista francés, François Hollande, de 57 años, anunció ayer que se presentará a las primarias que este partido organizará en otoño para elegir al candidato que en 2012 se enfrente a Nicolas Sarkozy por la presidencia de la República. Es el séptimo candidato en anunciarse pero, en realidad, el segundo con posibilidades. Hace unos meses se postuló Ségolène Royal, excandidata presidencial derrotada por Sarkozy en 2007 y, paradójicamente, exmujer de Hollande. Los dos se separaron tras esa elección.
Hollande, que salió mal parado del último congreso socialista de 2008, ha sabido rehabilitarse y dejar atrás el tufillo a aparato que arrastraba. Poco a poco remonta en los sondeos, gracias a unas pautadas y estudiadas apariciones públicas en las que ha jugado siempre el papel de dirigente centrado, calmado y poco dado a criticar al Gobierno por sistema. Inteligente, con sentido del humor, activo en políticas fiscales y relativas a la juventud, las encuestas lo sitúan, con todo, por detrás de los pesos pesados socialistas Martine Aubry, primera secretaria del PS, y Dominique Strauss-Kahn, director general del Fondo Monetario Internacional (FMI). Aunque todo apunta a que los dos se presentarán a las primarias, ninguno ha dado el paso todavía, dejando abierta la puerta de una hipotética alianza.
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