"Si uno es capaz de perdonar hay esperanza"
Violencia, ansia de venganza y perdón: los tres ríos subterráneos recorren la trama de En un mundo mejor, el drama que le ha dado a Susanne Bier (Copenhague, 1960) el Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Bier mezcla el acoso infantil y los matones del colegio con una visión muy descarnada del mundo actual, gracias al trabajo de un médico danés en misión humanitaria en un campo de refugiados de África.
La primera película de Bier, Freud deja la casa, data de 1990. Entre sus filmes destacan Hermanos, que ganó la Concha de Plata a las mejores interpretaciones masculina y femenina; Después de la boda, candidata al Oscar, y Cosas que perdimos en el fuego, su incursión en Hollywood con Benicio del Toro y Halle Berry.
Pregunta. Antón trabaja como médico en África mientras su hijo es víctima del acoso escolar en Dinamarca; salva vidas mientras su hijo sufre en soledad. ¿A veces se ayuda a los demás mientras uno desprotege a su familia?
Respuesta. Es muy difícil hacer lo correcto. Lo que hace Antón en África es realmente bueno pero, a la vez, no es consciente de que su hijo le necesita. No sé cuál es la respuesta. Quieres hacer lo correcto y dañas a una persona cercana a ti y a la que quieres.
P. La violencia del mundo se refleja en la brutalidad del microcosmos escolar, donde impera la ley del más fuerte y se machaca al débil sin contemplaciones.
R. Estamos hartos de conocer historias y de ver noticias protagonizadas por niños que se suicidan por el acoso de sus compañeros en el colegio. Los casos del niño que golpea a otro niño o del hombre que pega al padre de Elías en Dinamarca son la misma violencia con distintas escalas y grados de brutalidad, lo mismo que el tirano que comete brutalidades en África.
P. Elías se junta con Christian, un niño con una gran violencia en su interior a causa de la muerte de su madre.
R. Christian es básicamente un buen chico. No es malo. Se siente mal y dolido por lo que le ha pasado. Se siente herido y enfadado por la muerte de su madre. Y se comporta de una mala manera. Pero en el fondo es bueno. La noción que subyace en la película es cómo se crea un nuevo terrorista. Sus vivencias hacen que se cree un pequeño terrorista.
P. Antón enseña a los niños que lo inteligente no es responder con violencia a la violencia. Les enseña que, al final, el violento siempre sale perdiendo. ¿Está de acuerdo con esto?
R. No estoy en desacuerdo con esa idea, pero hay que ser consciente de que no siempre es una postura realista. Por ejemplo, cuando Antón intenta proteger a un asesino africano, duda en el fondo de su mente si hace lo correcto.
P. Es tremenda la incomunicación entre padres e hijos.
R. Es realmente grave. La brecha entre algunos de ellos es enorme.
P. Internet no parece servir para crear lazos entre las personas. De hecho, en la película, la Red solo sirve para fabricar una bomba.
R. Cuando estábamos escribiendo el guión, entraba en Internet para ver si existía la posibilidad de aprender a fabricar una bomba. Y llamé a la policía para decir que no teníamos esa intención.
P. La película deja una puerta abierta a la esperanza. ¿Opina lo mismo?
R. Era muy importante para mí abrir esa puerta. Existe una posible salida, una potencial esperanza. Hablo de la capacidad de perdonar y de la venganza. Y el mensaje es que si uno es capaz de perdonar hay esperanza.
P. ¿Qué le ha aportado trabajar en el cine estadounidense?
R. Una de las cosas que aprendí en Europa es que a los directores se les considera como autores, como la última palabra. En Europa no se cuestiona a los directores. En cambio, en Estados Unidos el equipo Dreamworks me preguntaba y cuestionaba muchas cosas. Esto dio lugar a intercambios muy fructíferos. En Europa los directores no están acostumbrados a ser cuestionados. No es sano que al director no se le planteen alternativas o se le cuestionen aspectos de su trabajo para hacer otras cosas.
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