El Madrid de los perdedores
Si hubiesen ganado los que perdieron, la postal más famosa de Madrid, la cúpula de Metrópolis, no existiría. En su lugar habría un cimborrio como de catedral. En vez del curvo edificio Capitol de la plaza de Callao, habría un rascacielos rectilíneo alrededor del cual no se podría enroscar el luminoso de Schweppes. Y Correos no habría sido bautizado -por Leon Trotsky, nada menos, durante una visita- como Nuestra Señora de las Comunicaciones. Bastaría con que, en vez del monumental proyecto de Palacios y Otamendi, hubiese ganado el de López Blanco y Montesinos, mucho más sobrio y aburrido.
Si los jurados de los grandes concursos arquitectónicos hubiesen votado distinto, la ciudad sería otra. La de los perdedores. Sus proyectos dibujan un Madrid irreconocible.
¿Cómo sería la ciudad si hubieran diseñado sus grandes edificios quienes no ganaron los concursos?
Los concursos son como los castings de los arquitectos. Un esfuerzo caro y angustioso del que se puede salir con las manos vacías. "Existen desde el Renacimiento", explica el profesor Pedro Moleón. "Pueden ser de proyectos detallados o de ideas, firmados o bajo lema, abiertos o restringidos por invitación, por estos últimos se suele cobrar, por los abiertos, solo cobran los premiados". "La experiencia de ser jurado también es tremenda", dice el arquitecto que ha estado en ambos lados. Y apunta un posible consuelo para quienes perdieron: "Se suele decir que quedar segundo da prestigio, porque el que gana es el proyecto posibilista, el fácil, y el segundo, es el arriesgado... Vamos, que perder joroba, pero da caché".Caché o no, perder joroba siempre. La historia de estos cinco concursos madrileños, piques incluidos, lo demuestra.
EDIFICIO METRÓPOLIS El falso ganador
Es difícil imaginar otro edificio en el lugar del Metrópolis, pero quienes leyeron la revista Nuevo Mundo el 12 de octubre de 1905 pensaron por un momento que la esquina en la que nace la Gran Vía estaría adornada por una recargada fachada catedralicia de cimborrios y chapiteles. Era el proyecto de Manuel del Busto, uno de los arquitectos que se presentó al concurso de la Unión y el Fénix Español para construir su sede en el mejor solar de la ciudad. La revista lo dio por ganador, pero Del Busto solo se llevó un accésit (5.000 pesetas a repartir con otros tres arquitectos).
Todo lo explica muy bien otra revista, La Ilustrada de Banca, Ferrocarriles, Industria y Seguros. El primer premio (8.000 pesetas) lo ganaron los hermanos Jules y Raymond Février, el tercero Julio Zapata (3.000 pesetas), el segundo quedó desierto. "El resultado, si bien concede el primer lugar a los arquitectos franceses, no por eso ha dejado de ser satisfactorio para los españoles, quienes en este honrosísimo pugilato han logrado el mayor número de recompensas", dice la revista. Es decir, que ganamos premios menos importantes, pero más premios. Consuelo de tontos, porque los Février no se pudieron poner más franceses con su elegante edificio estilo Bajo Imperio.
EDIFICIO CAPITOL Seis buenos proyectos
Hasta nueve arquitectos (con seis proyectos) convocó don Enrique Carrión y Vecín, marqués de Melín, para hacer realidad el que sería uno de los primeros edificios comerciales de España. El edificio Carrión albergaría todo lo que necesitaba un urbanita moderno en los años treinta: cine, salón de té, bar americano, sala de fiestas, economato, oficinas y los primeros apartamentos amueblados que se alquilaron en Madrid.
No tenía mal ojo el marqués, todos los proyectos son buenos y el que eligió resultó ser la obra maestra de la que cuelga el luminoso de Schweppes. Manuel de Cárdenas propuso un rascacielos espigado y neoyorquino, Pedro Muguruza un elegante chaflán de ladrillo. Los otros proyectos miraron hacia Alemania donde triunfaba la Bauhaus y el expresionismo de Mendelsohn: todos tienen forma de barco. Su proa se lanza contra la plaza creando una potente perspectiva de la Gran Vía.
Gutiérrez Soto presentó un transatlántico potente pero algo confuso, lleno de banderitas y luminosos. Entre los proyectos destacaba la obra de dos jovencísimos arquitectos, Luis Martínez Feduchi y Vicente Eced. Hacía cuatro años que habían salido de la escuela pero presentaron un proyecto limpio y racionalista, un buque que zarpaba hacia la vanguardia española, esa que muy pronto se encallaría con la Guerra Civil. El marqués declaró nulo el concurso y encargó directamente la obra a los recién graduados.
CÍRCULO DE BELLAS ARTES Un amigo, un voto
Si uno no cuenta con el beneplácito del jurado, conviene tener amigos. En 1919 todo el que era alguien en Madrid mostró sus colores ante la polémica suscitada por el concurso del Círculo de Bellas Artes.
Los anteproyectos debían imaginar una sede con sala de exposiciones, salón de baile, peluquería y terraza helioterápica... Llegaron 15, que se expusieron en el Pabellón de Cristal del Retiro, con tanto éxito que hubo prórroga. El jurado eligió tres y desestimó el de Antonio Palacios porque sobrepasaba la altura de la ordenanza municipal. El afamado arquitecto (ya había hecho el Palacio de Correos) era un socio bien relacionado del Círculo. Y empezó a mover sus hilos.
Un grupo de socios presentó 200 firmas contestando el fallo e imprimió un folleto en el que Palacios defendía que la altura de un edificio depende desde dónde se mida (había que hacerlo desde la terraza, no desde el torreón).
La terna de premiados respondió con un escrito conjunto en el que "prescindiendo de ironías y apreciaciones puramente personales" (como había hecho Palacios) defendían la imparcialidad del jurado. La prensa y el resto de arquitectos tomaron partido eligiendo un bando o abochornándose: "Siento el espectáculo que con este motivo estamos dando", escribió el director de La Construcción Moderna.
"Para salir del atolladero se propuso organizar una nueva exposición de los proyectos y someterla a votación nominal de socios [...] no sin que a un buen número de socios y a varios de los arquitectos concursantes les pareciera una solución arbitraria e inaceptable",
explica José Luis Temes en su historia del Círculo. En la nueva votación ganó "por clara mayoría" el proyecto de Palacios, que además de más amigos, tenía entre manos una obra mucho más arriesgada, vanguardista e icónica que las de sus contrincantes.
EL PALACIO DE CORREOS El cabreo del descalificado
Sería la obra pública más grande en años, pero solo se presentaron tres proyectos para la nueva casa de Correos. Firmados por Palacios y Otamendi (los ganadores), Carrasco y Saldaña (que quedaron segundos) y López Blanco y Montesinos, cuya propuesta fue descalificada por la Real Academia de San Fernando. No les sentó nada bien. Tras el fallo confeccionaron un "folleto" para que "la cuestión fuera conocida por la prensa, es decir por el público, y por cuantas personas pueden o deben contribuir a formar un estado de opinión sano sobre una obra que tanto a todos interesa".
El "folleto" tiene 75 páginas. En ellas "nadie podrá ver ni un átomo de pasión, ni de crítica; pues se reduce a la simple descripción de nuestro proyecto", escriben los arquitectos. Sin embargo, la explicación de su "modesta labor" está trufada de deliciosas pullas de perdedor.
Era 1904, el tema es delicado y la prosa de la época almibarada, pero vienen a decir que el concurso estaba amañado: "Está muy arraigada la creencia de que es un concurso pro formula [...] sin embargo tenemos la confianza absoluta de que los proyectos han de ser juzgados leal e imparcialmente dados los nombres sin tacha de los llamados a juzgar y la consideración de que para dar la dirección de estas obras a quien quisiere no necesitaba el Gobierno representar tan lastimosa comedia".
Durante páginas y páginas defienden su obra y critican, sin nombrarla, a la de Palacios: que si la suya es más práctica que "algunas", que es sobria porque tanto adorno digno de un palacio no pega en un edificio público, que si su presupuesto no es tan inverosímil como el de otros... etcétera.
CASINO DE MADRID Refrito de proyectos
Una veintena de planos enmarcados adornan los elegantísimos pasillos del Casino de Madrid. Las delicadas acuarelas de 1903 exponen cómo pudo haber sido el edificio. Es uno de los pocos lugares donde se homenajea a los perdedores, aunque, en realidad, aquí no perdió nadie, porque tampoco hubo un ganador.
Cuando el Casino convocó su concurso, recibió 27 proyectos internacionales. "Preseleccionaron seis, que forman un catálogo de las tendencias de la época, pero ninguno convenció del todo", explica el documentalista del Casino Miguel Ángel Ramírez . El concurso se declaró desierto, se pagaron 5.000 pesetas a los preseleccionados y se decidió hacer un refrito con sus proyectos. Uno de ellos, el francés Farge, se encargó de coger esta cornisa de aquí, esta escalera de allá... "Como los arquitectos franceses no podían firmar en España, dirigió la obra López Sallabery, que cambió lo que quiso, y como este era arquitecto municipal y no se podía dar permiso a sí mismo, presentó la licencia de obras su yerno, Luis Esteve", explica Ramírez.
Frente al plano preseleccionado de Gómez-Acebo, el documentalista señala que "la torre está al otro lado, pero la balaustrada se parece mucho a la que quedó". El paseo se convierte así en un juego de buscar las semejanzas. El portal lateral es de Palacios, la escalera imperial de Farge, aunque Sallaberry le dio la vuelta.... En el edificio hay algo de todos los proyectos, pero todo, de ninguno.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.