Japón puede salir reforzado
Faltaban pocos minutos para el mediodía del 1 de septiembre de 1923 cuando Tokio se estremeció con el terremoto más intenso que había vivido la capital. Miles de fuegos calcinaron tres cuartas partes de las viviendas hechas de madera y más de 100.000 personas murieron. El país, sin embargo, supo poner los medios, los recursos humanos y la capacidad de trabajo para sobreponerse rápidamente. Muchas de las grandes avenidas, parques y edificios públicos que hoy se levantan en la ciudad son fruto de aquella reconstrucción. Dos décadas después, Japón volvió a hacer frente a la destrucción, esta vez consecuencia de la II Guerra Mundial y de las bombas atómicas caídas sobre Hiroshima y Nagasaki, y supo reinventarse hasta conseguir deslumbrar al mundo como segunda potencia económica mundial. Un tercer episodio, el devastador terremoto de enero de 1995 en Kobe, dejó 6.000 muertos y volvió a poner a prueba la capacidad de recuperación japonesa. Un ejército de voluntarios contribuyó a la reconstrucción de la ciudad en menos de un año y, una vez superado el impacto inmediato, incluso la economía nipona repuntó fugazmente en 1996.
Con el terremoto del pasado viernes, el de más intensidad jamás registrado, muchos ciudadanos japoneses fueron conscientes de que comenzaba otro capítulo que marcaría la historia del país. Las nuevas tecnologías nos han hecho espectadores en directo de la devastación del consiguiente tsunami, los temblores en las grandes ciudades y de la alarma creada en las centrales nucleares. Las consecuencias del seísmo se han dejado sentir sobre todo en las prefecturas rurales de Iwate y Miyagi, situadas en la región nordeste del país, donde el crónico desequilibrio económico entre centro y periferia rural es más evidente.
La historia nos da evidencias de la capacidad del pueblo japonés para reaccionar ante la adversidad. En el momento en el que el terremoto detuvo de golpe la vida del país, el primer ministro Naoto Kan discutía en una comisión de la Dieta los presupuestos para el año fiscal que empieza en abril. Su austera propuesta encaminada a reducir la deuda pública, que supera el 200% del PIB, y a reorientar la estancada economía, llevaba meses bloqueada por el principal partido de la oposición. Ahora, el país ya discute partidas extraordinarias para las áreas afectadas. El impacto que pueda tener la reconstrucción sobre la ingente deuda pública es el gran interrogante que acecha a un primer ministro muy tocado políticamente por la falta de resultados y la férrea oposición política.
El pasado muestra que las catástrofes han unido al pueblo japonés en numerosas ocasiones hasta conseguir convertir la tragedia en una oportunidad. No obstante, el país recibe este duro impacto en un momento de crisis multifacética y estructural. Japón no ha conseguido recuperarse de las crisis de los noventa y sigue buscando un líder fuerte que encabece un cambio. Al igual que para el primer ministro puede suponer la oportunidad de salir reforzado si es capaz de liderar una respuesta rápida, la catástrofe también puede unir al pueblo japonés en la búsqueda de una nueva fase de su historia que deje atrás la actual crisis económica y política.
Dani Madrid es profesor de Estudios de Asia Oriental de la Universitat Autònoma de Barcelona. Guillermo Martínez Taberner es profesor de Historia Contemporánea de Japón de la Universitat Pompeu Fabra.
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