Alemania y EE UU, cara y cruz
Los países con más autopistas del mundo son ejemplos opuestos en sus políticas sobre velocidad: Alemania, con buena parte de su red sin límite alguno, y Estados Unidos, que durante 21 años mantuvo la velocidad máxima en 55 millas por hora (88 kilómetros) y donde hoy lo habitual es el tope de 70 millas/hora (112 km/h).
En Alemania, el límite de velocidad se eliminó en los años treinta por la dictadura nazi, que convirtió la construcción de autopistas eficientes en propaganda para el régimen. La limitación fue introducida y suprimida varias veces por los distintos Gobiernos hasta 1997, cuando se levantó para los vehículos de 2,8 a 3,5 toneladas. Solo Los Verdes y La Izquierda se han pronunciado a favor de volver a imponerla.
La libre velocidad no es general: hay restricciones en ciertos tramos y en algunos Estados, como Bremen, sí se ha fijado el límite en 120 kilómetros por hora. En total, dos tercios de las autopistas carecen de límites, aunque se aconsejan los 130. La seguridad en las carreteras alemanas es notable y ha mejorado: en un país con 82 millones de habitantes, en 2010 se registraron, por primera vez, menos de 4.000 muertos (fueron 3.700, un 10% menos que el año anterior).
En EE UU, en 1974 se impuso un límite general de 55 millas (88 kilómetros) decidido en los años del embargo de crudo de los países productores de petróleo. En 1984, se enmendó para permitir subir a 65 millas (104 kilómetros) en algunos casos, pero siguió vigente hasta 1995. Según el Capitolio, la ley permitió ahorrar 167.000 barriles de crudo por día y mantuvo la demanda de gasolina casi inalterada durante una década. Su cumplimiento era irregular y muchos Estados, como Arizona e Idaho, se burlaban de Washington imponiendo multas de solo cinco o diez dólares. Hoy cada Estado decide su límite, que como mucho es de 75 millas (120 kilómetros) en media docena de ellos.
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