El sabor familiar de la inflación
El delivery es una gran institución porteña. Cada mediodía, miles de jóvenes recorren Buenos Aires depositando los menús solicitados por teléfono por miles de empleados que viven demasiado lejos para almorzar en sus casas. Hasta hace poco, los bares distribuían cada dos meses la lista de ofertas. Ahora no les da tiempo, porque la inflación hace cambiar tan deprisa los precios que no hay forma de imprimir los nuevos folletos. Una ensalada y un refresco, el almuerzo típico de un oficinista en la activa zona de Microcentro, ha pasado de costar unos 28 pesos (5,2 euros) el pasado mes de septiembre a 36 pesos (6,7 euros) a finales de febrero... y la carrera sigue.
La inflación es el principal reto a que hace frente la economía argentina, por mucho que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner asegure que es un problema artificial, "creado por empresas mal acostumbradas a generar rentabilidad vía precios y no vía oferta o inversión", y que el ministro de Economía, Amado Boudou, reproche a los ciudadanos que no se esfuercen más en recorrer los supermercados buscando las mejores ofertas.
En año electoral, el Gobierno niega el incremento del IPC
La cesta de la compra ha subido entre un 25% y un 30% en un año
Cualquier responsable de llenar la cesta de la compra en Buenos Aires sabe cuánto tiene que pagar respecto a hace solo un año: entre un 25% y un 30% de incremento. Hasta las famosas milanesas de nalga (un corte especial de carne), que mantuvieron milagrosamente su precio en los 26 pesos el kilo durante bastantes meses, se han dado por vencidas: ahora cuestan 38 pesos.
El Gobierno es consciente de que en pleno año electoral (presidenciales en octubre) la irritante inflación es uno de sus peores enemigos, pero no se decide a enfriar la economía. En vez de eso ha optado por negar el incremento del IPC, difundiendo cifras más bajas (un 10,9% para 2010 calculó el INDEC, organismo oficial de estadística) y por obligar a algunas empresas a dar marcha atrás en la subida de precios bajo amenaza de multa.
La famosa CGT peronista, que apoya al Gobierno, hace la vista gorda con los datos oficiales, pero negocia al mismo tiempo subidas salariales por encima del 20%. Como botón de muestra, el acuerdo firmado este martes por los ministros de Educación, Trabajo y Economía, con un aumento del 27% en el salario mínimo de los docentes. Por el momento, unos y otros se las arreglan para que las demandas salariales no se disparen y evitar la peligrosa espiral que tan bien conoce Argentina, pero nadie esconde su nerviosismo.
El Gobierno asegura que las cifras de mayor inflación difundidas por algunas de las empresas privadas están manipuladas con fines políticos y les ha ordenado que expliquen qué metodología aplican, lo que ha provocado protestas. Una de las consultoras más prestigiosas, Ecolatina, vinculada al ex ministro de Economía Roberto Lavagna, informó a EL PAÍS que cuando la empresa creó su propio índice de medición de precios, en 2007, lo inscribió en el Registro de la Propiedad Intelectual, por lo que los parámetros que utiliza son bien conocidos. Ecolatina mantiene que el IPC aumentó un 26,6% en 2010 y que en enero los precios subieron un 2% (frente al 0,7 que divulgó el INDEC).
"Por el viaje en la combi (autobús) pagaba, a principio de 2010, 12 pesos (2,2 euros); ahora, 20 pesos", resume una joven que trabaja en el centro y vive en las afueras.
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