No nos estamos enterando
No entender la dirección y la velocidad del cambio social es muy peligroso y está en el origen de muchos de nuestros problemas. Además, a menudo, hace que nos equivoquemos en nuestros diagnósticos y en consecuencia en nuestras actuaciones. Tres ejemplos:
1. No somos conscientes de lo que supone el fenómeno de la globalización. Hablamos de él, lo entendemos, pero seguimos actuando como si no tuviera repercusión en nuestras vidas. Seguimos viviendo como si nada estuviera ocurriendo. No hemos comprendido que durante la última parte del siglo XX, aunque en el mundo vivieran más de 6.000 millones de personas, quienes contaban a la hora de producir y de consumir recursos del planeta, no pasaban de 800 o 1.000 millones y que en 2020, esta cifra estará entre los 1.500 y 2.000 millones. Mucho más importante que el hecho de que algunos recursos se estén agotando (y algunos lo están), es que no es posible mantener nuestro modelo económico "occidental" si lo han de compartir 2.000 millones.
No somos conscientes de la aparición de un nuevo poder popular que se configura a través de las redes sociales en Internet
Nuestras pautas de crecimiento y de consumo deben ajustarse. Si las sociedades desarrolladas no lo hacen (y no consiguen disminuir el consumo y aumentar la eficiencia, para evitar bajar los niveles de bienestar), las tensiones con los países emergentes van a ser enormemente peligrosas. Y si hacen el ajuste pero intentan mantener el nivel de vida de la parte más rica de las mismas, y cargar el coste del ajuste en las clases populares, se reproducirán las tensiones internas y los enfrentamientos que llenaron la segunda mitad del siglo XIX, y la primera del XX.
2. No hemos interiorizado lo que supone para España haber ingresado en la UE y, sobre todo, haber adoptado el euro. No somos conscientes de que la cesión voluntaria de soberanía que han supuesto estas dos decisiones supone un cambio radical en la forma de tomar decisiones en el campo socioeconómico. Seguimos hablando de la "unidad de mercado" (referido al español) sin darnos cuenta de que el mercado español ya no existe. Y clamamos contra la "intervención de Bruselas" en nuestra política económica, sin comprender que una zona monetaria única, de la misma forma que ha representado una gran capacidad de crecimiento y unos bajos tipos de interés que nunca habíamos soñado, exige aceptar una progresiva coordinación y armonización de políticas laborales, fiscales y presupuestarias.
El hecho de que haya sido la crisis la que haya precipitado de forma casi violenta esta coordinación, ha teñido de tintes oscuros algo que es muy beneficioso. Y las especiales circunstancias que han dado un protagonismo inaceptable a esto que llaman "los mercados", han contribuido a generar una reticencia frente a un cambio en los procesos de decisión, que no solo era necesario, sino que es bueno.
3. No somos conscientes de la aparición de un nuevo poder popular que se está configurando a través de las redes sociales apoyadas sobre Internet. Desde que las sociedades humanas existen, ha existido una tensión entre los centros de poder concentrados (sea aristocrático, económico, político o militar...) y el que emana de los grupos que colectivamente se convierten en representantes de la población (asociaciones, iglesias, sindicatos, partidos...). Están apareciendo con fuerza nuevas comunidades, no formalizadas ni jerarquizadas, que se constituyen de forma anónima y rapidísima y que generan un enorme sentimiento de pertenencia y de capacidad de presión sobre la realidad.
En un planeta progresivamente globalizado, en una Europa que lentamente va avanzando hacia la unificación económica (que acabará comportando la política) y bajo el impulso de los sentimientos de pertenencia que se generan sobre la Red, los análisis que muchos gobiernos, y muchos de nosotros, seguimos haciendo son erróneos y no nos ayudan a solucionar nuestras dificultades. ¡Es urgente enterarnos de lo que está pasando, y profundizar más en estos tres fenómenos!
Joan Majó es ingeniero y exministro.
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