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Columna
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Hereu, un candidato contra los elementos

Enric Company

Xavier Trias no es mejor candidato a la alcaldía de Barcelona que otros antecesores suyos que fracasaron en el empeño del centro-derecha catalán por hacerse con el control del principal Ayuntamiento de Cataluña, como Ramon Trias Fargas y Josep Maria Cullell. Sin embargo, Trias tiene una alta expectativa de éxito en las elecciones del 22 de mayo a pesar de que compite con un Jordi Hereu que no es ni por asomo peor candidato que otros alcaldes socialistas que en el pasado reciente han logrado mayorías absolutas en importantes municipios. Pongamos también solo dos ejemplos, aunque podrían ser más: Ignacio Pujana en L'Hospitalet de Llobregat y Manuel Bustos en Sabadell. Pero desde las últimas elecciones municipales ha crecido y se ha consolidado, incluso en el seno del PSC, la idea de que este no va a ser el caso de Hereu en Barcelona. Parece que algo ha cambiado o está cambiando.

Cambios demográficos debilitan la fidelidad del voto, que era un dato fijo en las elecciones locales

Los socialistas suelen presentar a sus alcaldes como figuras idóneas para sus responsabilidades. Pero en no pocos casos se trata de candidatos que han triunfado más como resultado de factores sociológicos que de otro tipo. Una gran parte de la población trabajadora ha votado a la izquierda por convicción y por tradición cultural, familiar y de clase y, concentrada en determinados barrios y localidades, ha permitido al PSC ganar una y otra vez en ellas tanto si el candidato era bueno, regular o malo. Es algo tan obvio como la situación inversa que se da con CiU y PP en Vic o en Pedralbes, por ejemplo. Esto no impide, claro está, que desde 1979 haya habido, efectivamente, una plétora de buenos alcaldes. Tampoco niega la incidencia del factor personal en las elecciones locales, que siempre existe en mayor o menor medida.

Las dos grandes fuerzas del sistema catalán de partidos saben bien que muchos de sus triunfos locales han sido el resultado de una tendencia electoral general que trasladaba a las elecciones municipales la opción ideológica mayoritaria en cada pueblo o ciudad con independencia del atractivo de los candidatos concretos en cada caso. La marca ha sido tan importante o más que la figura.

Esto es lo que está cambiando. Lo que ahora se apunta es que los factores extralocales van a condicionar también las próximas elecciones municipales, pero esta vez rompiendo en perjuicio del PSC la tendencia que en el pasado le ha beneficiado en las áreas de voto obrero tradicional. Las últimas elecciones municipales y al Parlament mostraron ya un inequívoco debilitamiento de la fidelidad del voto tradicional de origen obrero al partido socialista. Los expertos dudan de que sea reversible. Aquella fidelidad de voto a las siglas que alcanzó la condición de dato territorial fijo está desapareciendo. No se sabe si volverá o no. Por tanto, crece la proporción del voto volátil que hay que perseguir en cada convocatoria. Es un cambio fruto de factores diversos: generacionales, porque hay hijos que no votan como sus padres; económicos, porque el ascensor social ha implicado cambios ideológicos en sus beneficiarios; culturales, porque ciertas tradiciones políticas que llevan aparejada la fidelidad a determinados partidos queda cada vez más lejos o desaparece por muerte de su portador.

Luego están, claro está, las condiciones de los candidatos, la bondad o maldad de los programas, el atractivo y el interés del proyecto de ciudad, la fuerza de los apoyos mediáticos. El mayor inconveniente de Hereu parece radicar en sus escasas dotes para convertirse en un líder mediático. Se suman así tres factores negativos para él: debilitamiento de la fidelidad político-ideológica en el voto socialista tradicional, mediocre capacidad de liderazgo y escaso o nulo apoyo mediático. Frente a él, Xavier Trias y CiU están como Mariano Rajoy y el PP ante Zapatero: quietecitos, esperando a que caiga a consecuencia del malestar originado por la crisis económica. Solo necesitan estar ahí en el momento oportuno. CiU no tiene ni quiere tener un proyecto para Barcelona. En el pasado eso le ha perjudicado, pero esta vez confía en que sea indiferente.

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