Camuflados y en procesión
42 'ertzainas' acuden disfrazados y maquillados a testificar contra un etarra. Al final solo declararon 23
El gran Eugenio habría dicho: "Saben aquel que diu...", y luego habría añadido: el centinela del fuerte le dice al capitán: mi capitán, vienen 40 indios. ¿Son amigos o enemigos?, inquiere el oficial. Amigos, mi capitán, porque vienen todos juntos.
Pues imaginen a 42 tipos jóvenes, grandes como armarios, disfrazados con pelucas, gafas y bigotes para que los familiares y amigos de los etarras no les reconozcan y que salen en procesión de la Audiencia Nacional, en Madrid, cruzando la calle de Génova mirando hacia los lados y hacia atrás para ver si les miran o les siguen. Todos juntos, lejos de pasar desapercibidos, constituyen un verdadero espectáculo.
Quizá el ir en grupo les da seguridad, pues como dice un proverbio africano: "La unión del rebaño hace que el león se acueste con hambre".
Son ertzainas que han comparecido a declarar como testigos protegidos en el juicio contra el presunto jefe del comando Vizcaya de ETA hasta su detención, Jon Kepa Preciado, para el que el fiscal pide 20 años de prisión por delitos de terrorismo.
Los agentes no se deben de creer del todo que la tregua de ETA sea permanente y verificable, o sea, el irreversible fin de la violencia que pregona la izquierda abertzale, porque no bajan la guardia y adoptan todo tipo de medidas de seguridad. Desde hace tiempo, según relató El Correo, el Gobierno vasco paga los servicios de un equipo de maquilladores profesionales para caracterizar y disimular los rasgos de los integrantes de las unidades antiterroristas de la Ertzaintza que acuden a la Audiencia Nacional.
Como suelen tener la condición de testigos protegidos, declaran tras un biombo y solo pueden verles el tribunal, los acusados y sus abogados, pero no el público, que suele estar integrado por familiares y amigos de los etarras. Sin embargo, antes o después de deponer, en los pasillos o en los accesos a la Audiencia, cualquiera de esos familiares podría reconocer a un agente como un vecino o uno que ve por su barrio.
De ahí que muchos policías vascos se pongan en manos de los maquilladores para desfigurar sus rasgos. Para ello viajan un día antes de la comparecencia ante el tribunal y la transformación se hace en el hotel, para que cuando se trasladen a la sede judicial ya vayan camuflados. Aunque mejor que de 20 en 20 sería que fueran de tres en tres y con un portafolios o una carpeta, para pasar por abogados.
El caso es que la inmensa mayoría de los testimonios de los ertzainas nunca duran más de cinco minutos, pues no suelen ser testigos directos de los hechos, sino que se limitan a ratificar los informes que elaboraron durante la instrucción a petición del juez.
Por si no fuera bastante, de los 42 agentes convocados para el juicio de Preciado, únicamente declararon 23, puesto que se renunció a los testimonios de los restantes por considerarlos irrelevantes.
Alguien tendría que poner un poco de sentido común en estas citaciones masivas, ya que entre el traslado y las dietas, así como la pérdida de dos días de trabajo, más el camuflaje, cada testimonio cuesta como poco 300 euros por cabeza, según estimaciones de la Audiencia y de la Policía Nacional, o sea, más de 12.000 euros en este juicio, un potosí para las doloridas arcas estatales o autonómicas.
Algunas secciones de la Audiencia permiten que los ertzainas declaren por videoconferencia, que se realiza desde una sede judicial en el País Vasco, pero determinados magistrados, reticentes con las nuevas tecnologías, consideran que solo la presencia física en la sala de vistas garantiza el principio de inmediación, es decir, el recoger directamente, sin intermediarios, las impresiones que generan los testimonios y otras pruebas.
Y parece evidente la conveniencia de que determinados testigos de cargo, que en ocasiones deponen durante horas e incluso días, comparezcan físicamente en el juicio, pero también lo es lo fútil que resultan para el resultado final los testimonios presenciales de algunos de estos ertzainas, y más si van disfrazados. Porque ya me dirán ¿qué expresión va a apreciar el tribunal en un tipo desfigurado con peluca, gafas y barba postiza?
Claro que puestos a sacarle provecho al disfraz, el magnate griego Aristóteles Onassis recomendaba: "Para lograr el éxito, mantenga un aspecto bronceado, viva en un edificio elegante, aunque sea en el sótano, déjese ver en los restaurantes de moda, aunque solo se tome una copa, y si pide prestado, pida mucho". Por probar...
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.