Tú con tu abuela, yo a trabajar
Más que canguros de sus nietos, algunos se sienten esclavos de sus hijos - Hay expertos que denuncian abusos - Pero muchos ancianos reconocen que el trato con los niños les reporta alegría y hace posible que las madres trabajen
"No es que no queramos. Es que estamos cansadas". Hay una generación de mujeres que tras criar a sus hijos vuelven a ser madres de sus nietos a tiempo parcial. No lo han elegido. Tampoco se rebelan. Pero cansa. Aunque hay casos y casos. Zonas de grises. Los abuelos, sobre todo si son jóvenes, disfrutan cuidando a sus nietos. Pero algunos acaban convirtiéndose en algo más que abuelos: canguros, secretarios de sus atareados hijos, recaderos, taxistas.... No hay límites. Y empieza el abuso, sobre todo con las abuelas, que además de recoger al niño en el colegio, tienen que darle de comer o merendar, llevarle al médico, a baloncesto, a inglés, y si se tercia al zapatero. Un periodo que no dura dos o tres años, sino que puede prolongarse seis, siete o tal vez 10. Y la abuela se hace mayor, su cuerpo se agota. Al final, o aprenderá a jugar a los videojuegos si conserva buena vista, o acabará en el psicólogo. O llamando al Teléfono de la Esperanza, un servicio que empieza a recibir peticiones de ayuda de abuelos desbordados. Unos llaman en busca de orientaciones educativas; otras para desahogarse, sobre todo en Navidades o al final del verano. "Mis nietos me meten caña, deme algo para estar espabilada", le ha llegado a pedir una abuela a su médico.
Al teléfono de la esperanza llaman ancianos que se sienten desbordados
"Mis nietos meten caña. Deme algo para espabilarme", piden al médico
El fenómeno no está cuantificado, pero es cada vez más frecuente. "La mayoría renuncia a todo por atender a sus nietos. La educación recibida y su sentido de la responsabilidad les hace interiorizar ese papel de abuelas canguro", señala el pediatra Joaquín Ibarra, autor de Mis abuelos me cuidan: Guía para los canguros del siglo XXI. "Lejos de confesar que la tarea les supera, hasta justifican a sus hijos. Pero no es lo mismo tener 60 años que 75, ni atender a uno o a tres", añade. La mayoría empieza con un niño, pero un 26% asume dos.
Hay un perfil de abuelos jóvenes que cuidan sin apenas esfuerzo de sus nietos. Como Águeda (nombre ficticio) y su marido Juan. Recogen a los niños del colegio, les dan la merienda y los llevan a casa de sus padres. O se quedan a dormir con ellos entre semana. El abuelo tiene 66 años y hace tres que se jubiló; la abuela, de 61, ha trabajado siempre en casa, y cuando su única hija se casó, consideró natural hacerse cargo de los nietos. Es una prolongación de su vida anterior. Poco importa que su hija y su yerno vivan en Sanchinarro y ellos en Carabanchel, dos barrios de Madrid bastante alejados.
Cándida Nevado y su marido no son ya tan jóvenes, pero atienden a sus nietos desde hace años, más como padres que como abuelos. En cierto modo, han tenido tres hijos: la suya y los dos de esta. La hija de Cándida Nevado sufre depresiones recurrentes, y aunque en algunos periodos puede trabajar, su referente familiar es la casa de sus padres. "Es algo que no te imaginas, pero que acabas asumiendo debido a las circunstancias: tienes que ocuparte incluso de los deberes, alimentarlos... No es fácil. A veces tienes que regañarles...", cuenta la abuela, de 76 años, en conversación telefónica desde su domicilio de Sant Just Desvern (Barcelona). Ella y su marido cuidaron de un primer nieto que ahora tiene 21 años. "Trabaja y es prácticamente autónomo", explica. Años después se han hecho cargo de su nieta, fruto de un segundo matrimonio de la hija. La niña tiene ahora 10 años, "pero cuando era más pequeña... Me pilló con 70 años, una edad en la que no tienes ganas de echarte al suelo a jugar, ni ir al parque. Aunque acabas haciéndolo", relata. Cándida Nevado y su marido lo hacen voluntariamente. Es el arreglo familiar al que han llegado, algo positivo para los chicos. "Además, hay cosas que compensan: sus miradas, su alegría... Mi nieta habla mucho, como yo, así que estoy más que entretenida", confiesa.
Cándida Nevado asistió hace unos años al taller de abuelos Convivir con nietos de CatalunyaCaixa. Allí compartió experiencias con otras abuelas en situaciones parecidas. "Los abuelos colaboran", reconoce Nevado, "pero casi todo recae en nosotras. Me gustaría disfrutar más de estas tareas, como hacen algunas abuelas más jóvenes. Pero estás en una edad en la que deseas hacer cosas que no pudiste hacer de joven y esta nueva responsabilidad te coarta", confiesa. "Cuando mi nieta era más pequeña, tuve que dejar el coro del Club San Jordi. No podía ir a ensayar", sigue. "Ahora voy a volver, porque allí hay actividades que te permiten relacionarte y compartir tus vivencias", agrega.
"La educación de los hijos es competencia de los padres. Pero con frecuencia, los padres disponen de poco tiempo, y las encuestas nos dicen que los niños que están solos son menos felices", afirma Ibarra. "Por desgracia, ese tiempo que los padres no pueden dedicar a sus hijos pequeños, no volverá. En estos casos, en las familias con abuelos, estos no tienen más remedio que hacer de abuelos, pero también, en parte, de padres", continúa. Y los abuelos casi siempre dicen sí. "Basta con nombrar al nieto para que experimenten una inyección de vitalidad y sean capaces de multiplicarse". Pero ¿se están pasando algunos padres? "La pregunta no tiene una sola respuesta. Depende de las negociaciones de cada familia. A muchos hijos les viene bien ahorrarse la canguro", prosigue Ibarra. "Pero los abuelos deben tener tiempo para su propio cuidado, para hacer ejercicio, para mantener sus relaciones sociales, su ocio y sus actividades intelectuales", señala el especialista.
Algunos abuelos, ciertamente, son un chollo. Los hay incluso militantes, ya que se ofrecen para todo. Ponen el listón muy alto. Sea porque se sienten útiles o porque buscan segundas oportunidades y quieren recuperar con los nietos lo que no pudieron vivir con sus hijos, alimentan una tendencia algo tramposa. La de que todos los abuelos quieren y pueden hacerse cargo de sus nietos. Esta tendencia choca, además, con otra que había empezado a cobrar fuerza a finales del siglo XX: la liberación de la mujer de ataduras domésticas conforme sus hijos se emancipaban. Algunas de estas abuelas que rondan los 60 años siguen trabajando o están a punto de jubilarse. Son mujeres activas, con una nutrida vida social y con ganas de viajar o de apurar su propio tiempo. Se han ido reinventado en cada edad, y valoran que las parejas jóvenes sean ya más igualitarias (aunque quede todavía un largo trecho), ya que piensan que ese es el camino a seguir. Cuando ellas se casaron tenían que sacar a pulso a sus hijos, ya que sus maridos apenas ayudaban. Eso no significa que no cooperen: si sus hijos o nietos las necesitan y se encuentran disponibles, echan una mano a su familia como cualquier otra abuela. Pero es una ayuda circunstancial, no una obligación añadida.
Hasta las abuelas más independientes experimentan ambivalencias. "No, el próximo curso no me pongas clases por la tarde", pedía una catedrática en la recta final de su carrera al jefe del departamento. ¿Motivos? Se había ofrecido a recoger a su primer nieto en la guardería. "Lo hago por mi hija. Es tan duro situarse hoy en el mercado...". Así están muchas. Ajustan sus horarios laborales si es factible; dejan el yoga temporalmente porque coincide con el cursillo de natación de su nieto Iván, y hasta se saltan algún viaje para que su hijo y su nuera se vayan de fin de semana.
La mayoría de los niños que reciben cuidados de los abuelos son hijos de madres con empleo. Por el contrario, cuando la madre no trabaja, solo uno de cada cuatro niños menores de tres años acude a la Escuela Infantil, según la Encuesta de Condiciones de Vida de 2009 (Instituto Nacional de Estadística). Asimismo, las mujeres de mayor instrucción son las que más llevan a sus hijos a las guarderías. Además, el 32% de los menores de tres años cuyas madres trabajan recibe cuidados de otras personas. Aunque no se distingue si esta atención es o no remunerada, Lourdes Pérez Ortiz, profesora de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid atribuye ese cuidado en parte a los abuelos. Otras estimaciones fijan en un 15% el porcentaje de cuidadores que no percibe nada.
Entre los 3 y los 12 años, la mayoría de los niños están escolarizados, pero el 12,2% recibe cuidados de otras personas. No en vano el 55% de los niños menores de 12 años tiene madres trabajadoras. Aunque en las familias de clase media y alta se suele tener ayuda remunerada, Lourdes Pérez piensa que el recurso a los abuelos está más extendido de lo que parece. Ya en 2003 al realizar un estudio estratégico sobre el tema comprobó que no solo se daba esta ayuda entre madres e hijas, sino que las suegras tenían una disposición similar. Descubrió asimismo que no siempre se recurría a la abuela por economía, sino por desconfiar de las guarderías. O en el caso de los nietos de 12 y 13 años, para evitar que estén solos, ya que la ESO los deja sin colegio por la tarde.
Existe así un reparto tácito entre las mujeres de la familia: las mayores atienden a los niños para que las jóvenes trabajen. Si no hubiera abuelas, muchas se pensarían aún más ser madres. En algunas familias pactan cierta retribución para los abuelos que complete sus pensiones. Pero en otras, los abuelos lo ponen todo: el 11% da de comer a sus nietos.
Hay asociaciones de abuelos que empiezan a rebelarse. De forma individual no se quejan, pero lo hace en su nombre Francisco Muñoz, presidente de la Asociación de Abuelas y Abuelos de España. "Tratamos de convencer a nuestros socios de que el abuelo ayuda solo cuando hace falta. No es un esclavo. Tiene su vida", afirma. "Se da mucho abuso", prosigue. Prueba de ello, argumenta, es que cuando los abuelos no viven en la misma ciudad, los padres se organizan de otro modo y no pasa nada. Asegura que incluso hay progenitores que aprovechando que sus hijos están con los abuelos se quedan más tiempo en la oficina.
Las abuelas de 75 años o más son las más afectadas por esta dedicación intensiva. Muchas están en edad de recibir cuidados en vez de prestarlos, y si no es por razones de fuerza mayor, deberían estar exentas de tales tareas.
Muñoz es consciente de que la relación con los nietos se ha modificado. "Al ser el abuelo el que los recoge en el colegio, algunos niños le cuentan a él lo que les pasa en vez de a sus padres. Las oportunidades de compartir actividades se multiplican y el abuelo no puede quedarse obsoleto. Por eso les animamos a estar al día y a familiarizarse con los videojuegos y con la consola. La Asociación que preside Muñoz imparte talleres tanto para enseñar a unos cómo se debe poner un pañal como para animar a otros a perder el miedo a la cibernética. Hay que estar en la onda. Algunos bancos patrocinan talleres dedicados a reciclar al abuelo. Abumar (abuelos y abuelas en marcha) es otra organización combativa que propone contribuir a educar a los nietos sin puentear a los padres. Y si estos se divorcian, reivindican mantener su trato habitual con los nietos tras la ruptura.
Tan asumido tienen los abuelos su nuevo papel que en Internet circula un texto humorístico en el que a través del contestador una voz dice: "Si son nuestros hijos: pulse 1 si necesitan canguro; 2, si hay que recoger al niño; 3, si se quedan a comer. Si son nuestros amigos: hablen".
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