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La herencia del Fórum

Seis años después de un evento que ni mejoró la ciudad ni el mundo, el espacio del Fórum sigue aletargado y su herencia internacional sigue un camino decrépito. El pasado verano el centro de congresos estaba sucio y cerrado, un despilfarro de espacio infrautilizado en una zona cuya poca vida sigue concentrándose en la costa y en el centro comercial. La fortuna de la idea del Fórum Universal de las Culturas no ha sido mayor.

Monterrey 2007 sirvió para dar empuje a una ciudad dispersa y hacer el paseo de Santa Lucía, un eje temático para ir a pie, en bici o en barca, poco relacionado con la parte de ciudad que atraviesa, pero que ha tenido la virtud de conectar la macroplaza del centro histórico con el parque Fundidora, convertido en el primer gran espacio público adonde los regiomontanos van a pasear, encontrarse y hacer ejercicio. Monterrey dio una lección al sacar partido de su patrimonio industrial, reconvirtiendo naves y hornos en museos y salas de exposiciones y conciertos.

Fue un fiasco, no hubo relación entre la operación urbana y los espectáculos, y señaló el declive de Barcelona

Y Valparaíso 2010 ha quedado en muy poco, después de pasar por un escandaloso caso de corrupción municipal y un gravísimo terremoto. El Fórum ha durado 45 días, del 22 de octubre al 5 de diciembre, con nula repercusión en el mundo cultural de la ciudad y del resto de Chile. Se han hecho mejoras en el espacio público y un parque cultural en la antigua cárcel, para un evento que ya no ha sido más que una suma de conciertos, debates y exposiciones.

El fracaso del Fórum vivió un nuevo episodio a principios de enero, cuando Quebec, ciudad canadiense elegida para 2016 junto a Ammán (Jordania), renunció a organizarlo, ya que se ha detectado que no despierta ningún entusiasmo entre la ciudadanía y se ha evaluado la experiencia de Valparaíso como desastrosa.

Si las ideas motor del Fórum eran buenas -la paz, la sostenibilidad y la cultura-, con una actividad admirable como el campamento de la paz para 100 niños con carencias procedentes de lugares que han sufrido guerras y represión, y si la continuidad del Fórum partía de otra idea positiva, que ciudades afines y similares, con empuje económico y cultural, pudieran demostrar que son capaces, como la Barcelona olímpica, de organizar un gran evento, ¿por qué esta idea y experiencia topa con tantos fracasos y despierta tanto desinterés e, incluso, rechazo?

Para los barceloneses esta pregunta puede parecer obvia, pero está pendiente de respuesta. Sabemos que fue un fiasco, que no hubo ninguna relación entre la fragmentaria operación urbana y los galácticos espectáculos, y que señaló el declive de Barcelona y su actual falta de ideas y proyectos compartidos, y somos conscientes de que sobre él se corrió un tupido velo de silencio y olvido. Sabemos que el Fórum se vende fuera como lo que no fue ni es: una idea nueva, cuando en realidad es una propuesta periclitada; a falta de ideas precisas, arriesgadas y fuertemente culturales, es una suma de festival, ciclo de conferencias y campamento, acompañada de alguna operación infraestructural, negocio inmobiliario y cierto despliegue mediático. Responde a la vieja idea del despotismo ilustrado de promover desde arriba sin tener nada en cuenta la base: en ninguna de las ocasiones se ha relacionado con la realidad social y creativa del lugar donde se ha desarrollado; siempre ha sido algo gestionado desde oficinas administrativas, respondiendo a intereses partidistas y compromisos internacionales. Ha sido un pretendido gran acontecimiento que en tres ocasiones ha demostrado que ni lo es ni tiene repercusión, porque una actividad que conlleva la negación de toda crítica y recapitulación nunca puede madurar.

Ahora la gran esperanza queda depositada en Nápoles 2013, de la que se sabe que quiere realizar fuertes reformas urbanas y donde ya consta que están apareciendo muchas ruinas romanas. ¿Será una metáfora de que, por fin, aflora algún estrato de la realidad de la calle o es la premonición de que se exhuma una idea arcaica que nunca llegó a funcionar? En todo caso, a esta Barcelona que ahora se está replanteando de nuevo le quedan asignaturas pendientes, como saber interpretar y aprender de su mayor fracaso.

Josep Maria Montaner es arquitecto.

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