Satisfacción y rabia entre los trabajadores
Los empleados de Nissan agradecen la nueva estabilidad laboral pero temen que la firma exija más recortes
Satisfacción y alivio, pero también mucha rabia y resignación. La noticia de la adjudicación de la nueva furgoneta a la planta de Nissan en Zona Franca despertó ayer sentimientos agridulces a los trabajadores. Porque la estabilidad laboral que la fabricación del nuevo vehículo les garantiza hasta 2024 -un "lujo" en tiempos de crisis, reconocían algunos de los empleados- "la ha pagado la plantilla a un precio muy alto y que puede sentar malos precedentes".
Así lo advertía Abel Pérez, de 43 años. "Querían apretarnos y nosotros hemos cedido porque teníamos miedo. Ahora ya saben cómo hacerlo y pueden rebajarnos de nuevo las condiciones laborales con cualquier otra amenaza", lamentaba el operario, que lleva 23 años en la empresa y sabe qué es tener un pie en la calle. Un plan de ajuste le dejó fuera la empresa en julio de 2009, junto a otros 200 empleados, con el compromiso de ser reincorporados como fijos en abril de 2011. El repunte de la producción adelantó casi un año su regreso al trabajo, que se hizo efectivo finalmente el pasado mes de junio, pero en las últimas semanas la amenaza de nuevas regulaciones de empleo o incluso del cierre pesaba otra vez sobre la plantilla. "No hemos tenido otro remedio que aceptar los sacrificios laborales que nos exigía la dirección para fabricar aquí la nueva furgoneta", señala el trabajador.
Abel Pérez: "Hemos cedido y ahora Nissan sabe que puede volver a recortarnos derechos laborales"
Aurora Fajardo: "Mi prioridad es tener trabajo, aunque sea a costa de hacer más horas por menos dinero"
Miguel Ángel, otro empleado, compartía ayer el mismo sentimiento de resignación: "Fui de los que voté sí a trabajar más horas y congelar salarios porque vi que no teníamos otra opción. "No tenía ganas de jugármela. ¿Y si cierra la fábrica? ¿Adónde voy yo con 40 años?". "Nos han hecho pasar por el tubo porque aquí hay muchas hipotecas por pagar y nadie puede permitirse el lujo de quedarse en la calle", remachó el trabajador.
Como Miguel Ángel, más de 2.000 empleados de Nissan aceptaron en un referéndum hace una semana las medidas de flexibilidad laboral que hacían falta para convencer de que la central les ofreciera la furgoneta. El plan lo negociaron con la empresa Usoc y UGT, con mediación del Ministerio de Industria. No es exactamente el que exigía la dirección de Nissan pero el resultado a largo plazo, calculan, es el mismo. El secretario de la sección sindical de Usoc en Nissan, Pedro Ayllón, advirtió ayer de que el sindicato "ha impulsado acuerdos con la compañía pero estará vigilando su cumplimiento en beneficio de los intereses de los trabajadores y trabajadoras de Nissan".
Los representantes de CC OO pidieron a los empleados que no aceptaran las medidas de congelación salarial y flexibilidad horaria. CC OO cree que el convenio colectivo pactado en 2010 debía ser la base para lograr la nueva furgoneta, y no un nuevo ajuste pactado en pocos días con la presión de un calendario de asignaciones de futuros modelos. El sindicato, desde hace días, valora que la empresa ha hecho "chantaje" a los trabajadores.
Pero, además de una hipoteca por pagar, Aurora Fajardo, una empleada de Nissan de 31 años, tiene dos hijos pequeños que mantener, de manera que su prioridad es "tener trabajo, aunque el precio que pague sean más horas y menos salario". Así lo destacaba ayer ante la verja de la fábrica, momentos antes de fichar para entrar a su jornada. Faltaban pocos minutos por las 14.00 horas, momento de cambio de turno en la planta automovilística, y en la puerta se cruzaban los empleados que habían terminado su jornada con los que llegaban para sustituirles.
Ayer todo eran elogios hacia los trabajadores. De la Generalitat, del Ministerio de Industria, del Consorcio de la Zona Franca. Todos insistieron en que su decisión era un ejemplo de responsabilidad y compromiso. Uno de los trabajadores, Carlos Librero, de 37 años, acudía ayer al trabajo con algo más de ánimo que en las últimas semanas. "Al menos ahora sabemos que en los próximos años no van a cerrar Zona Franca. Era el miedo que teníamos muchos. Nos decíamos que esta fábrica no tenía futuro y que la dirección la iría dejando morir poco a poco", recordaba ayer Librero. Empleado en el área de mantenimiento, este trabajador matizaba, sin embargo, su optimismo. "Aquí ya se trabaja muy duro, no sé cómo van a lograr apretar más las tuercas de los trabajadores".
El temor de muchos de los trabajadores es que el sí que ahora ha dado la plantilla al recorte de sus derechos a cambio de estabilidad laboral aliente a la dirección de la empresa a plantear al personal nuevos sacrificios en un futuro. No es la única empresa que para asegurar su futuro el futuro de una planta pone encima de la mesa exigencias nuevas. Ford exigió también a la fábrica de Almussafes (Valencia) flexibilidad para otorgarle el C-Max y el Grand C-Max. Renault lo hizo en la planta de Valladolid e incluso Fiat acaba de hacerlo en una planta italiana, en Turín, y ha adelantado que llevará las exigencias a otras dos.
"Espero que ahora no nos vengan con más chantajes", señalaba ayer Francisco Trillo, de 32 años, satisfecho, sin embargo, con la decisión de la plantilla de haber aceptado "trabajar más por menos salario". No sería el primer disgusto de este tipo en el sector del automóvil: en febrero de 2009 el fabricante de neumáticos Pirelli decidió cerrar su planta de Manresa a pesar de que solo un año antes había prometido abrir una nueva fábrica después de que los trabajadores aceptaran un ERE y otras medidas de ajuste laboral.
"Nosotros hemos puesto todas las facilidades. Yo tengo el sueldo congelado desde 2008 y ahora me lo congelarán al menos dos años más. Y nadie nos asegura que la furgoneta que nos han adjudicado se va a vender. Esto no se ha acabado", advertía Abel Pérez.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.