Ruido de Cascos
El histórico dirigente del PP se revuelve contra Rajoy al ver frustrada su ambición en Asturias
El todopoderoso secretario general de los populares bajo la presidencia de José María Aznar, Francisco Álvarez-Cascos, ha desencadenado en su partido una tormenta en un vaso de agua. Amparándose en una retórica de servicio a Asturias que apenas alcanza a disimular la frustración de sus ambiciones personales, Álvarez-Cascos ha anunciado su baja en el partido de Mariano Rajoy y ha insinuado la creación de una nueva fuerza política para concurrir como candidato a la presidencia de Asturias en las elecciones autonómicas de mayo. Nada tiene de extraño que quien fuera uno de los máximos adalides del "todo vale" desde la oposición y también desde el Gobierno, aplique ahora esta máxima a su propio partido.
Álvarez-Cascos, durante sus años de protagonismo, tensó la vida política española hasta bordear los límites de la estabilidad institucional, arremetiendo contra sus adversarios con instrumentos que despreciaban normas elementales del juego democrático. Su intento de regresar a la política activa, rechazado por la dirección nacional de su partido, no responde al deseo de ofrecer un programa diferente a los asturianos, sino al de saciar su sed de poder tras años de obligada abstinencia. En la comparecencia para explicar las razones de su marcha dejó entrever ajustes de cuentas y venganzas, pero ni una sola idea sobre la que articular el proyecto político que defiende.
Es cierto que la democracia interna que Álvarez-Cascos reclama ahora en el PP fue abolida mientras fue él quien tuvo las riendas. Pero no porque sea Álvarez-Cascos su repentino y paradójico abanderado deja de ser una reclamación justa: el PP ha recurrido a la cooptación para decidir la candidatura a la presidencia de Asturias, reafirmándose en un método que aplica a todos los niveles, tanto municipal como autonómico. E, incluso, nacional, como lo atestigua la presidencia de Mariano Rajoy por una decisión personal de su antecesor en el cargo.
La aventura de Álvarez-Cascos no solo tendrá dificultades para prosperar por las mezquinas razones que la impulsan, sino por el momento elegido para emprenderla. Un partido que se ve en la antesala del poder cierra filas con su dirección y no destruye sus expectativas desangrándose en luchas internas. Si el PP se encuentra en esta tesitura es por la forma de entender la política de Álvarez-Cascos, pero también por la fragilidad del liderazgo de Rajoy. Dirigentes regionales como la presidenta de la Comunidad de Madrid no dudan en aprovechar cualquier circunstancia para desafiarlo.
Álvarez-Cascos ha conseguido mostrar con un único movimiento cuál es la realidad interna de un partido que se considera en vísperas de alcanzar el Gobierno. El vaso de agua donde se desarrolla la ruidosa tormenta que ha desencadenado tiene el valor de un síntoma. Estas son las fuerzas que conviven en el PP y estas son las formas con las que los populares dirimen sus diferencias.
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