Putin es el auténtico juez
La segunda sentencia contra Mijaíl Jodorkovski por delitos económicos supuestamente cometidos cuando el magnate levantaba el mayor imperio petrolero de Rusia confirma que la voluntad del jefe de Gobierno, Vladímir Putin, es el criterio por el que se rige el Poder Judicial, al igual que el Legislativo y el Ejecutivo, en ese país.
Putin "condenó" ya a Jodorkovski verbalmente en su último maratón televisivo. Después, solo quedaba esperar a que el juez Víctor Danilkin ratificara el dictamen. En este contexto, lo sorprendente es que a Jodorkovski, detenido desde 2003, no se le hayan imputado los homicidios en los que le involucra el primer ministro.
El proceso no tiene nada que ver con la justicia. De lo que se trata es de un acto de ensañamiento -con pretensiones aleccionadoras y preventivas para terceros- contra un hombre que ya fue condenado por delitos económicos, reciclados ahora como nuevos argumentos acusadores.
Si la justicia inspirase el caso, muchos oligarcas serían condenados
Si el proceso a Jodorkovski hubiera sido inspirado por la justicia, los muchos oligarcas que operan en simbiosis con el Kremlin deberían haber sido condenados ellos también por haber aprovechado la riqueza legada por la Unión Soviética cuando el presidente Borís Yeltsin perdía facultades y popularidad y los liberales sentían pánico ante un eventual retorno vengativo del comunismo.
Hijos de los viciados años noventa son los que se beneficiaron del apoyo prestado a Yeltsin, como Jodorkovski, Román Abramovich, Mijaíl Friedman, Vladímir Potanin y otros oligarcas, y también quienes le sustituyeron, Vladímir Putin, procedente de los órganos de seguridad, y el protegido de este, Dmitri Medvédev.
Putin se expresa con saña sobre Jodorkovski. Con el fin de juzgar a este de nuevo tras la primera condena, el Tribunal Constitucional dio una interpretación legal que permitió saltarse el principio de prescripción del delito, según manifestaba en 2009 el juez Vladímir Yaroslávtsev, uno de los magistrados de esta institución.
En algún momento, quienes insistían en creer en Putin identificaron a este mandatario y a sus allegados -ex veteranos de los cuerpos de seguridad como Igor Sechin- como un grupo de "justicieros" dispuestos a castigar a los "depredadores". Hace tiempo ya que este escenario es insostenible, porque unos y otros se confunden en una amalgama. Los "justicieros" tienen sus cadáveres en el armario, cobran gratificaciones fabulosas en Consejos de Administración, tienen fortunas en bancos extranjeros, sólidos patrimonios personales a resguardo del escrutinio de la sociedad y primos, hijos y yernos bien colocados en las empresas del Estado. Además, han restringido el juego político para eliminar competidores molestos, han aumentado los plazos de los mandatos presidenciales y, en aras de su tranquilidad, pactan solo con aquellos que les infunden temor, como el líder de Chechenia, Ramzán Kadírov.
El dramático destino de Jodorkovski se decidió precisamente cuando el magnate pretendía comenzar a jugar con cartas limpias. El Kremlin no le dejó y se reservó el derecho de dictar el calendario. Pero resultó que el único calendario propuesto por el tándem Putin -Medvédev es el de la máxima permanencia en el poder ya sea de uno o de otro, tanto monta, monta tanto, aunque sus estilos sean algo diferentes.
Jodorkovski, no obstante, ha obtenido un beneficio moral de su encarcelamiento. Paradójicamente, el preso se ha liberado entre rejas y los carceleros han quedado presos de sus propios miedos a que, de salir a la calle, Jodorkovski les haga la vida imposible.
Jodorkovski se expresó con fuerza durante su alegato final ante el tribunal. Dijo que estaba dispuesto a morir entre rejas por sus convicciones. "No exagero si digo que del resultado de este proceso están pendientes millones de personas en todo el país y en todo el mundo", personas que siguen el proceso "con la esperanza de que Rusia llegará de todas formas a convertirse en un país donde la ley estará por encima del funcionario, donde el apoyo a los partidos de oposición dejará de ser un motivo para la represión, donde los servicios de seguridad defenderán a la sociedad y la ley y no [defenderán] a la burocracia del pueblo y de la ley, donde los derechos humanos dejarán de depender del humor del zar, sea bueno o malo". "Mi fe vale mi vida", concluyó.
Jodorkovski es moralmente superior a quienes le juzgan. La justicia hoy en Rusia es servil y se adapta al Ejecutivo, pero, como decía el magistrado Yaroslávtsev, "puede llegar un día en que los que hoy mandan necesiten ellos mismos de una justicia independiente".
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