Defender lo indefendible
Me entristece observar cómo alguien que se dice amante de la sabiduría como Fernando Savater ridiculice en su artículo ¿Veneno puro?, publicado el pasado 22 de diciembre, el trabajo de miles de profesionales de la investigación biomédica. Un trabajo que les exige aportar datos impecablemente contrastados. No se puede defender lo indefendible.
Que el tabaco mata es algo que sabe desde el profesional sanitario más humilde hasta la máxima eminencia en el estudio de los efectos del tabaco sobre la salud. Esas "sospechosas" cifras acerca de las muertes atribuibles al tabaco son resultado de la aplicación del método epidemiológico. Y aunque uno nunca puede individualizar en cuanto a la causalidad del tabaco en una defunción o enfermedad, se pueden estimar las muertes en una población debidas a cualquier factor de riesgo con un error mínimo. Lo mismo que se puede decir que cada española tiene 2,1 hijos y nadie ha partido a un niño en cachitos.
Hay que hacer un ejercicio de responsabilidad y no intentar mover opiniones ajenas llevado por el deseo de hacer primar el derecho al supuesto placer que le aporta una adicción por encima del derecho a la vida y a la defensa de la salud, no ya de aquellos que deciden seguir fumando, sino de los que se ven obligados a ver su potencial de vida libre de enfermedad mermado por las acciones de otros.
