"Es comodísimo. Le pongo un 10"
El AVE Madrid-Valencia pasa la prueba de los viajeros tras el primer trayecto para autoridades - Más de 7.000 personas hicieron ayer el recorrido en 95 minutos
Cuesta abrir las puertas de acceso a la cabina por la presión que genera la velocidad. Una vez dentro, el maquinista mira de reojo la hoja de ruta mientras vigila la tracción del tren, el freno y el sistema de seguridad. 294 kilómetros por hora marca el velocímetro. El paisaje se sucede: pinos, arroyos, otro tren que viene de frente... hasta que se introduce en la boca de un oscuro túnel. "¿Bien de tiempo?", pregunta un revisor. "Sí, pasamos por el kilómetro 143. Son las 16.18 horas", responde el maquinista. En hora.
La primera parada del AVE Madrid-Valencia (126,40 euros ida y vuelta) que une desde ayer las dos ciudades en 95 minutos, es la estación de Cuenca. En el tren que salió de Atocha a las 15.40 viajan 142 pasajeros en turista y 6 en bussines. Se bajan cinco y suben doce. Ana, la azafata, coge el cesto de los auriculares y los va ofreciendo a los nuevos viajeros. Cuando acaba, se asoma a una de las puertas y grita: "¡Subid!". Alguno había aprovechado para fumarse un cigarro furtivo.
"Prefiero ser austero en otras cosas", comentaba un ejecutivo
Dentro, una compañía telefónica se anuncia en los reposacabezas. Los pasillos se han llenado de gente haciendo fotos. En la cafetería imparte magisterio Miguel López, un ferroviario jubilado. Tiene 68 años. Ha recorrido medio mundo admirando trenes. Esta mañana viajó en el Alaris a Madrid, almorzó en la estación y se subió a este AVE que une las dos ciudades y ha costado 7.000 millones de euros. Turismo de raíles. 198 kilómetros marca ahora una pantalla. "Es comodísimo, nada que envidiarle a todos los que he visto. Le pongo un 10", afirma. Junto al barman, va poniendo nombre a los pueblos, valles, y accidentes geográficos que se van quedando atrás. Al lado, un chico pide un vaso de agua para una aspirina, pero la que hay no es potable. Hay que comprar una botella por 1,70 euros.
Siguiente estación: Requena-Utiel. Hace el tren su entrada y los flashes se disparan. Unas 20 personas, muy abrigadas por el frío, sacan fotos a la máquina, que después de unos segundos se detiene por completo. Tras una valla observa otro grupo de curiosos. La azafata sonríe a través de la ventanilla. Bajan dos pasajeros pero otros tantos y uno más en clase ejecutivo se incorporan al viaje. "Cuando te das cuenta, ya has llegado", dice un anuncio de Renfe colgado en los pasillos.
¿De dónde viene ese agradable olor? Unos cuantos vagones más adelante aparecen unos asientos de cuero. Es clase bussines. La carta está llena de sofisticados platos con nombres muy exóticos. Cava, güisqui 12 años y vino rioja para acompañar. A la entrada funciona un limpiabotas automático para darle lustre el calzado. Onildo Mersing, consejero delegado de una empresa que hace negocio con las energías renovables, lo prueba y después se sienta. Viaja mucho. "Mi patria son mis zapatos", dice, a modo de presentación. Llegó al aeropuerto de Barajas en un vuelo procedente de Sao Paulo, donde está abriendo una sucursal de la compañía, y vuelve en tren a Valencia, donde vive. "Prefiero ser austero en otras cosas. Descansar durante el trayecto, para mí, que viajo mucho, es fundamental", explica el ejecutivo.
El AVE llega al fin a la estación de Joaquín Sorolla, Valencia. Renfe había vendido ayer ya 95.000 billetes. Al acabar el día, más de 7.000 personas habían transitado por las nuevas líneas inauguradas. Toca volver. Un viajero dormita ante un portátil. "Ya hemos llegado, caballero", le despierta una azafata. Cuando te das cuenta, ya has llegado.
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