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LOS PAPELES DEL DEPARTAMENTO DE ESTADO | La falta de libertad en Cuba

El mundo evita hablar en Cuba de derechos humanos

EE UU denuncia que la mayoría de los países acreditados en La Habana pasan del tema para no incomodar al régimen

Juan Jesús Aznárez

Australia, Canadá, Suiza, todos los países latinoamericanos y africanos, Rusia, China y "muchos" europeos suelen renunciar a las conversaciones sobre derechos humanos cuando sus funcionarios viajan a Cuba para no molestar al Gobierno de La Habana o conseguir negocios, según un cable de denuncia enviado al Departamento de Estado por la Sección de Intereses de EE UU en la capital cubana. Una serie de recientes visitas oficiales demostró las diferentes aproximaciones de los gobiernos extranjeros respecto "al lamentable expediente cubano en derechos humanos".

El despacho diplomático, fechado en noviembre del pasado año, refiere las visitas del ministro australiano de Exteriores, Stephen Smith; el comisionado suizo de derechos humanos, Rudolf Knoblauch, y el ministro canadiense encargado de América, Peter Kent, "que no solo no se reunieron con cubanos que no fueran funcionarios, sino que tampoco se molestaron en pedir públicamente más libertad después de visitar Cuba. Los emisarios de Estados Unidos y el Vaticano al menos pidieron más libertad".

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La Sección de Intereses rechaza la "aproximación amistosa a toda costa porque hay poco que ganar" y remitió al comentario del consejero político de Brasil para resumir la posición adoptada por la mayoría: "Nosotros no proponemos hablar sobre derechos humanos ni en público, ni en privado". En otra conversación, el número dos de la Embajada británica agregó: "A Cuba nada le encantaría más que tener con nosotros la relación que tiene con Brasil". El despacho parece sorprenderse de que muchos países no sugieren el tema de los derechos humanos "incluso aunque el Gobierno cubano no ponga ninguna objeción".

EE UU dice que aunque nada insalvable impide a los visitantes extranjeros encontrarse con la sociedad civil discretamente, la mayoría de los países optan por evitar esas reuniones, "cediendo a las presiones cubanas. Normalmente, España cae en este grupo, aunque hay que reconocer que el ministro [de Exteriores] Miguel Ángel Moratinos habló de la necesidad de 'gestos' después de su visita aquí". La Sección de Intereses contrapone ese enfoque con el mostrado por el enviado belga Karel de Gucht en sus reuniones en La Habana, cuando declaró que "si en Cuba no empezaban a mejorar los derechos humanos, podía despedirse de una normalización de relaciones con la UE".

Los embajadores de Suecia, España, Reino Unido, Hungría, Francia y el representante de la UE reconocieron a un funcionario de EE UU que el acceso de sus jefes al Gobierno cubano estaba siempre condicionado a que no se reunieran con la oposición. No todos, sin embargo, están dispuestos a pagar ese precio, entre ellos Alemania, la República Checa, Reino Unido, Polonia y Suecia, aun a costa de perder negocios y acceso a las altas esferas del poder en Cuba. El embajador de la Orden de Malta directamente canceló su viaje a La Habana tras negarse a aceptar las imposiciones oficiales.

La abrumadora mayoría de las 100 misiones extranjeras en La Habana no afrontan ningún dilema en cuanto al tema de los derechos humanos, sencillamente porque no hablan de ellos con los cubanos, de acuerdo con el despacho. "El resto, un grupo que incluye la mayoría de los países europeos, Canadá y Australia, Japón y Estados Unidos, afirman emplear diferentes aproximaciones al tema de los derechos humanos, pero la verdad es que la mayoría de ellos no presiona por ese asunto en absoluto".

"El Gobierno cubano, prosigue el informe a Washington, despliega muchos recursos para reducir al silencio a sus visitantes. La mayoría de las veces, el premio por aceptar los requerimientos oficiales suele ser risible: fastuosas cenas y para el más sumiso, una foto con uno de los hermanos Castro".

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El ministro de Exteriores australiano, Stephen Smith, ante el monumento a José Martí en La Habana.
El ministro de Exteriores australiano, Stephen Smith, ante el monumento a José Martí en La Habana.REUTERS

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