¿Y ahora, qué? El Vaticano al rescate
Tras una victoria de la que solo quedará el escándalo del mercadeo de onorevoli, y la repugnante reafirmación de que la impunidad en Italia ha alcanzado tal magnitud y descaro que la corrupción ya no necesita siquiera ocultarse, Silvio Berlusconi puede saborear por fin su soñada vendetta contra su ex aliado Gianfranco Fini.
El presidente del Parlamento se vio obligado a aceptar una derrota tan corta y humillante como previsible, sobre todo para él, que debería saber mejor que nadie, puesto que ha estado a su sombra 16 años, que donde otros ven enemigos, Berlusconi solo contempla futuros socios.
Pero, una vez bebido el vino de la venganza, sin tiempo para festejar el triunfo de una batalla pírrica, Berlusconi deberá afrontar la cruda realidad. La grotesca sesión de ayer demuestra a todos los italianos que su liderazgo político se basa no ya en el consenso popular ni en su carisma ni en su capacidad política, sino en el poderío económico y en las contingencias personales (una hipoteca, la reforma de una casa, medio millón de euros) de un puñado de tránsfugas dispuestos a vender a sus madres a cambio de una propina y una entrevista. La revancha de Berlusconi huele a clamoroso autogol. Derrotar a Fini significa perder la masa gris de su proyecto, cercenar la ilusión de crear una derecha moderna y europea, honrada y capaz de ilusionar.
Las consecuencias de lo vivido ayer son trágicas para el país. El descrédito internacional aumentará
Desde ayer, Berlusconi se queda solo y desnudo con sus fantasmas, su Liga Norte, sus azafatas televisivas, sus juicios pendientes, sus chistes groseros, su decadencia, su dinero y una mayoría postiza y precaria, fiel al estilo rebajas de fin de temporada. Las consecuencias de lo vivido ayer son trágicas para el país. El show aumentará un poco más, si cabe, el descrédito internacional de la política italiana, y atizará dentro la creciente corriente de antipolítica que corroe ya las bases de esta democracia ex parlamentaria reconvertida en cuna del totalitarismo empresarial. Los primeros síntomas de violencia callejera no tardaron ni un minuto en llegar. Son execrables, pero denotan un clima social en grave implosión.
El voto no mejora tampoco la crítica situación de desgobierno que vive el país. Para gobernar con un mínimo de estabilidad hacen falta 316 diputados. Por eso, Liga Norte no tardó un segundo en advertir a Berlusconi de que será necesario ir a elecciones anticipadas si no logra "agrandar la mayoría".
El primer ministro, que sabe más por viejo que por diablo, no necesitaba el soplo. Nada más acabar la votación, se acercó a los democristianos de Pierferdinando Casini, y comió la oreja del líder católico entre besos y susurros. Besar a Casini, en Italia, no equivale a besar al Papa, pero es igual que besar a la curia. De forma que, ancora una volta, será lo que la Santa Madre Iglesia quiera que sea.
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