La época de los trajes perfectos
El Palau Robert expone un centenar de vestidos de alta costura del siglo XX
En los alegres años veinte las mujeres más privilegiadas de Barcelona subían una escalera privada en el número 132 del paseo de Gràcia (donde hoy está ubicado el hotel Casa Fuster) para que Anita Monrós les hiciera un traje a medida. Otras veces vestían de Pedro Rodríguez o de Cristóbal Balenciaga y acompañaban a sus hijas al taller de Manuel Pertegaz. Con los años, algunas dieron estos fantásticos trajes a la parroquia más cercana y otras los guardaron, igual que una joya, durante décadas. Algunas de estas últimas han hecho posible una exposición como la que se podrá ver durante los próximos dos meses en el Palau Robert: un centenar de vestidos que recorren la época dorada de la moda catalana. El objetivo, según explica su comisario, el crítico de arte Josep Casamartina, es reivindicar "un mundo que se perdía". Una época en la que la alta costura estaba en pleno auge gracias a la industria textil catalana, a la conexión directa con París y a grandes fortunas dispuestas a pagar un estilo de vida.
La exposición Barcelona alta costura empieza con una colección de trajes de fiesta de Pertegaz y Carmen Mir. Se adentra después en los años setenta con piezas de Roberto Dalmau, el mismo Pertegaz, Santa Eulalia, El Dique Flotante y Pedro Rodríguez, este último un modisto que fue el primero en abrir tienda de alta costura en Barcelona, en 1919, y que según Casamartina "es una figura que reivindicar" del que se exhiben, además de diversos vestidos, 12 dibujos originales.
"La mayoría de las piezas son donaciones", señala el comisario, que las colecciona desde 2004 junto con Anna Maria Casanovas. Atesoran auténticas maravillas, como un vestido de novia de gasa de Pedro Rodríguez de 1958 que perteneció a Montserrat Torredemer y uno de los ochenta de la modista catalana Rosser. Casi las mismas firmas que en los setenta dominan el apartado de los años cincuenta y sesenta, y en los cuarenta el trono lo ocupan Asunción Bastida y el gran Balenciaga. De los veinte destaca un vestido art decó de la diseñadora francesa Jeanne Lanvin, que tuvo tienda en Barcelona durante esa década, además de piezas de Anita Monrós, una de las modistas más célebres de la época y, de nuevo, Rodríguez. "La diferencia con la alta costura de hoy", concluye Casamartina, "es que en aquella época el lujo era para cada día y ahora no".
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