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LOS PAPELES DEL DEPARTAMENTO DE ESTADO

José Sócrates es "carismático" y "le desagrada compartir el poder"

La Embajada de EE UU analiza a los políticos de Portugal, un país al que considera un aliado firme, aunque demasiado cercano a Venezuela

La diplomacia estadounidense considera a Portugal como un "aliado firme" y aprecia reiteradamente en sus comunicaciones internas la sólida disposición atlantista de sus líderes, el primer ministro socialista José Sócrates -al que define como un político "carismático" pero al que le "desagrada compartir el poder"-, y el presidente conservador Aníbal Cavaco Silva -del que se valora "el esfuerzo por ser un mandatario bipartidista" pero al que la Embajada en Lisboa atribuye serias venganzas políticas por el mero hecho de no haber sido invitado al Despacho Oval de la Casa Blanca-.

Así, la buena relación bilateral de fondo no ha impedido que en los últimos años hayan aflorado varias tensiones, según atestiguan los cables secretos de la diplomacia estadounidense. Entre ellas destacan el tardío reconocimiento de la independencia de Kosovo, una reducción del despliegue afgano decidida en 2007 y el gran impulso dado a las relaciones con Venezuela.

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La figura del presidente Cavaco Silva juega un papel central en los dos primeros desencuentros. Tras coloquios con miembros del Gobierno y de la cúpula militar, la Embajada en Lisboa deduce que el mandatario es la causa de la decisión afgana y del retraso sobre Kosovo. Y la motivación es decepcionante. "Sospecho que la gran presión de Cavaco Silva para la reducción de tropas en Afganistán es motivada en parte por el malestar personal de no haber sido recibido por el presidente Bush", escribe el embajador Alfred Hoffman, que mantiene contactos directos con el presidente en noviembre de 2007. Nueve meses después, el nuevo embajador, Thomas Stephenson, reitera: "Nuestros interlocutores sugieren que [los problemas con Afganistán y Kosovo] están vinculados con el malestar de Cavaco Silva" por no haber sido recibido en el Despacho Oval por George W. Bush, de cuyo padre "se considera amigo personal".

La figura de Sócrates está en cambio vinculada al tercer tema de fricción: Venezuela. Es su Gobierno socialista el responsable del gran impulso a las relaciones con Caracas que Washington mira con recelo. Los diplomáticos estadounidenses tratan reiteradamente el asunto, y reciben siempre como respuesta a sus inquietudes la exigencia de Portugal de mantener buenas relaciones con Hugo Chávez para proteger a los más de 500.000 portugueses residentes en Venezuela; y la imperiosa necesidad de diversificar su abastecimiento energético.

Con cierto malestar, EE UU nota que Sócrates se reunió nada menos que cuatro veces con Chávez en 2008 y evitó siempre el empleo de tonos críticos en público. Fuentes del Gobierno aseguran que, en privado, Lisboa transmite duros mensajes a Caracas. Pero, advierte la directora del Departamento de América del Ministerio de Asuntos Exteriores, Helena Coutinho, Portugal seguirá siendo amigable con Chávez, "a menos que declare una guerra". El mismo Cavaco Silva justifica la actitud del Gobierno de Sócrates. "Conocí a Chávez, es un hombre loco, pero... hay 500.000 portugueses en Venezuela", dice a los estadounidenses.

La Embajada de EE UU describe a Sócrates como un político "carismático", un "eficaz pragmatista" y un líder "tozudo", que se "resiste a tomar medidas que parezcan una cesión a la presión de la opinión pública". Los diplomáticos agradecen a Sócrates haber "permitido a EE UU usar la base de Lajes en las Azores para repatriar a detenidos de Guantánamo", "una decisión difícil que nunca se hizo pública", señala un despacho de septiembre de 2007.

Cavaco Silva se muestra también colaborador en este asunto y, en 2008, señala los problemas sufridos por el Gobierno por el revuelo internacional sobre los vuelos secretos. Pero el presidente tranquiliza a sus interlocutores estadounidenses, entre otras cosas señalando que Portugal tiene "una prensa muy suave".

Pero es con el ministro de Exteriores, Luis Amado, con quien los estadounidenses tienen la mejor relación. "Amado ha sido un gran amigo de EE UU, tanto en su anterior cargo de ministro de Defensa como en el actual. Es equilibrado, reflexivo y busca siempre oportunidades para coordinarse políticamente con EE UU. Si hay discrepancias, prefiere discutirlas discretamente", señala un cable de septiembre de 2009. Es a Amado a quien, en especial, Washington agradece haber tomado la iniciativa en Europa para arrastrar a otros países a ayudar a EE UU con el cierre de Guantánamo acogiendo a presos.

En la política interna, los estadounidenses observan con atención el desarrollo de la izquierda extrema. El recorrido hacia el centro de los socialistas de Sócrates abre el flanco al resurgir de partidos más radicales, temen los diplomáticos, que por tanto siguen con cuidado la evolución.

En el partido socialista, Washington sigue las andanzas del "viejo león" Manuel Alegre, representante del ala radical del partido y también definido como "dinosaurio izquierdista" o directamente "Alegresaurius".

Por el bando conservador, los estadounidenses notan la fragmentación del Partido Social Democrático. Describen a Manuela Ferreira Leite, la líder que encabezó el partido en las elecciones generales de 2009, como una "protegé de Cavaco Silva", "capaz", "ampliamente respetada por su intelecto y experiencia", pero "sin carisma". Su principal baza en los comicios, comentan los estadounidenses, era su capacidad como gestora económica. "Desafortunadamente, ejerció el cargo de ministra de Economía durante el peor periodo económico de los últimos 20 años", añaden los estadounidenses en junio de 2009, antes de que la actual crisis pusiera al borde del colapso a Portugal. En general, observan los diplomáticos, los principales partidos están afectados por disensiones internas.

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El presidente portugués, Aníbal Cavaco Silva (izquierda), junto al primer ministro, José Sócrates, en diciembre de 2009 en Estoril.
El presidente portugués, Aníbal Cavaco Silva (izquierda), junto al primer ministro, José Sócrates, en diciembre de 2009 en Estoril.EFE

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