Luz en el oscuro crimen del olivar
La autopsia ofrece pistas clave sobre el asesinato de Lleida
La autopsia confirma que Esteve Muret, de 83 años, que fue encontrado muerto el domingo en una finca de olivos de Massalcoreig (Segrià), fue asesinado a traición y sin que tuviera ninguna posibilidad de defenderse. El arma homicida podría ser una piedra o una barra de hierro encontrada en el lugar de los hechos, cerca de una casa de campo situada a dos kilómetros del casco urbano.
Los Mossos d'Esquadra estrechan el cerco sobre el asesino de Muret, quien falleció a causa de los golpes recibidos en la cabeza y que fue enterrado ayer en la vecina localidad oscense de Torrente de Cinca, donde residía.
Fuentes próximas al caso, aún bajo secreto de sumario, han señalado que la investigación está en una fase "muy avanzada", por lo que en cualquier momento podría producirse la detención del culpable. La policía está examinando las pruebas de ADN reunidas y cotejando las declaraciones de las personas interrogadas. El robo ya ha sido descartado como móvil del crimen.
Interrogatorios
Desde el primer momento las pesquisas se han centrado en personas próximas a la víctima, que en el momento de los hechos se encontraba en compañía de su hija y su yerno, dueño de la finca en la que recogían aceitunas. Los dos han sido interrogados al menos en dos ocasiones y podrían haber incurrido en alguna contradicción al explicar sus movimientos antes de descubrir el cadáver en una arqueta de riego de la finca.
La autopsia confirma que Muret falleció a las cinco de la tarde del domingo a causa de los golpes recibidos en la cabeza. La policía científica ha extraído muestras biológicas de la barra de hierro encontrada en el lugar que podrían ser determinantes para identificar al asesino. El yerno declaró que después de comer dejó al hombre y a su hija en la masía mientras él transportaba al molino las olivas recolectadas ese día.
Según todos los indicios, en el momento de recibir los golpes, el anciano estaba sentado en una silla y desgranaba las aceitunas de unas ramas de olivo. En la pared quedaron restos de sangre. Después el agresor arrastró el cadáver 30 metros y lo introdujo de cabeza en una arqueta de riego sin agua. Las heridas en nuca, sien y barbilla eran incompatibles con una caída accidental.
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