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Caos sin precedentes en Barajas

Los controladores en la trinchera

La Guardia Civil identifica a los responsables, reunidos en un hotel

Juan Diego Quesada

El hotel Auditorium se convirtió ayer en el centro secreto de operaciones de un centenar de controladores aéreos. Los trabajadores pasaron el día en el que pusieron en jaque las comunicaciones españolas escondidos en la sala de conferencias de un hotel cercano al aeropuerto de Barajas. Estuvieron atrincherados en el interior hasta que la noticia salió a la luz y los responsables de la Agencia Española de Seguridad Aérea (AESA), acompañados por agentes de la Guardia Civil de Barajas, se presentaron en el salón para comunicarles la decisión del presidente Zapatero de que los militares tomasen el control del tráfico aéreo.

"¡Dad la cara, sinvergüenzas!", gritaba a las puertas del salón de actos Isabel Pérez, una chica de 21 años, que debería estar a esas horas en Irlanda. Una treintena de pasajeros afectados por el cierre de Barajas se hospedaban también en el hotel y no dudaron en increpar a los controladores por su plante. Dentro, los responsables de AESA comunicaban a los trabajadores "las consecuencias legales que tendrá su decisión", según informó un portavoz de la Guardia Civil. Los agentes se encargaron de identificar sobre las once de la noche a todos los presentes en la reunión por el posible delito que podrían estar cometiendo.

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Ante posibles altercados, los responsables de AESA, encargados de seguridad de AENA, estuvieron acompañados en todo momento por un grupo de agentes de la Unidad de Intervención Policial, los conocidos como antidisturbios. Una veintena se desplegó por la sala de reuniones y otros cinco controlaban la puerta para que nadie accediese al interior. A la una de la madrugada, un técnico de AESA salió de una reunión con los controladores y dijo que no los habia visto en predisposición de volver a las torres y que, aparentemente, no se les veía enfermos.

Los controladores hicieron la reserva de la sala Príncipe Felipe a la una de la tarde. "Enséñame tu carné de controlador", le decían a todo aquel que quisiese acceder al interior. No quisieron si quiera dar su identidad o aclarar qué estaban haciendo exactamente dentro. Respondían con evasivas o directamente inventaban una versión para despistar. La dirección del hotel pidió a media tarde a los primeros periodistas que no tomasen fotos, ya que se trataba de una reunión privada, pero cuando llegó la Guardia Civil y la Policía todo se desbordó. "¡Despidos ya!", se escuchaba de fondo por el pasillo del hotel.

La noticia de que los controladores permanecían atrincherados en el hotel corrió como la pólvora por las redes sociales. Los ánimos de muchos usuarios estaban caldeados. El hotel llamó a la calma en su cuenta de Twitter: "Ante todo, mucha calma, que las cosas no se solucionan con violencia". Algunos viajeros se resignaron y se fueron a su habitación sin mostrar su enfado. Chelo Ortega y su hermana Inmaculada, que debían estar camino de Katowice para ver a sus hijos que estudian allí, no querían remover más el asunto: "Ya está. No hay nada que hacer. Será una anécdota que contar". Se comunicaban con sus hijos por el videochat de un portátil.

Pero no era lo usual. "Me han arruinado las vacaciones. No me los quiero cruzar por los pasillos", avisaba un pasajero en tierra en la recepción del hotel. Más tarde se le vería persiguiendo a una controladora que intentaba entrar en el comedor. "¡Os quiero ver en el paro a todos por desalmados!". Era cerca de la una de la mañana y nadie dormía en el hotel Auditorium.

Sala de conferencias del hotel Auditorium en la que se concentraron los controladores aéreos.
Sala de conferencias del hotel Auditorium en la que se concentraron los controladores aéreos.LUIS SEVILLANO

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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