La batalla secreta de las Malvinas
Un filme narra cómo la policía española frustró en 1982 un ataque argentino a Reino Unido en Gibraltar
Un grupo de policías españoles, dedicados a la combatir la delincuencia común internacional, frustró, sin pretenderlo, en mayo de 1982 un ataque de un comando militar argentino contra barcos británicos anclados en Gibraltar. Los hechos, ocurridos en plena guerra de las Malvinas, fueron secreto de Estado durante años y solo permanecen en la memoria de sus protagonistas: ni un papel, ni una fotografía... Nada que permita reconstruir documentalmente una operación que, de haber triunfado, apenas habría alterado el curso de la guerra entre Argentina y Reino Unido, pero habría tenido enormes repercusiones para la embrionaria democracia en España.
Con un estilo sobrio pero que mantiene al espectador pegado a la pantalla, el documental Operación Algeciras (2002), dirigido por Jesús Mora y producido por Federico Ribes, rescata del olvido este episodio que, casi tres décadas después, adquiere tintes tragicómicos. El filme, de 90 minutos, se articula en torno al testimonio de Máximo Nicoletti. Este buzo táctico y ex combatiente montonero -guerrilla de la izquierda peronista- antepuso el fervor patriótico a los principios políticos que en el pasado le habían llevado a atentar contra un buque de la Armada argentina y aceptó colaborar con la dictadura en el ataque a Gibraltar. Otra voz clave es la del almirante Jorge Isaac Anaya, miembro de la junta militar e impulsor de la guerra de las Malvinas, que ideó y dirigió desde Buenos Aires el golpe en la bahía algecireña. "Para el almirante fue un alivio contar este episodio y desahogarse", afirma el realizador.
El Gobierno español ocultó el incidente para no retrasar la entrada en la OTAN
Aunque la revista Cambio 16 desveló parte de este episodio en 1983, Mora no conoció la historia hasta julio de 2000, a través de una noticia publicada en EL PAÍS. Este periódico citaba otra noticia, del Sunday Times, en la que se contaba que durante guerra de las Malvinas los servicios secretos franceses interceptaron un comunicado remitido por cuatro espías argentinos desde España cuando se disponían a volar la fragata británica Ariadne, fondeada en Gibraltar. El rotativo inglés sostenía que este aviso de los franceses permitió el arresto del comando.
Un inspector jefe de Málaga, ya prejubilado, que participó en la operación que abortó el atentado, descarta tajantemente que ningún servicio secreto conociera las intenciones del comando de Nicoletti: "No tenían ni idea. Fue una casualidad absoluta. Nosotros estábamos buscando a un grupo de atracadores argentinos, unos chorizos comunes, que habían robado la nómina del hospital La Paz. Estos iban a recibir cinco pistolas que la Brigada móvil había interceptado a otro argentino en un tren que venía de Madrid".
Los policías llevaban semanas tras este grupo. El propietario de una agencia de alquiler de coches que, además de informar, muchas veces suplía con sus vehículos la precariedad del parque móvil de la comisaría, les dio una pista vital: unos argentinos venían cada semana a renovar el alquiler de sus coches, aunque no se presentaban nunca a la hora fijada y siempre pagaban con dólares.
Los agentes, cansados de montar guardia durante 24 horas en un incómodo Seat 1430, pidieron al empresario-confidente que llamara a los argentinos con la excusa de que había que revisar los coches. Dos miembros del comando (un montonero apellidado Latorre y el capitán de la Armada Héctor Rosales, que ejercía de enlace entre el grupo y Buenos Aires) acudieron al establecimiento de alquiler de coches, situado junto a la estación de ferrocarril de Málaga. El inspector jefe y los dos policías en prácticas que le acompañaban esperaron a que los que creían simples atracadores estuvieran lejos de la oficina de su confidente para darles el alto.
En el macuto de los detenidos, los agentes hallaron pasaportes y cheques de viaje, todos ellos falsificados. "Cometen una equivocación, somos militares argentinos y vamos a emprender una operación militar en Gibraltar", dijo el capitán Rosales. "Y yo soy el Papa", le respondió el inspector jefe. Ya en la comisaría, el oficial de enlace pidió hablar con un superior y le confesó, ante su incredulidad, los detalles de la operación. También le contó que el resto del grupo se alojaba en el Hotel Guadacorte, de Algeciras (Cádiz) donde también se hallaban la lancha neumática y las minas con las que pensaban volar los barcos ingleses. Una comitiva policial, con los dos argentinos detenidos, acudió a ese establecimiento. Y, efectivamente, allí estaban los otros dos miembros del comando. "Hemos perdido", saludo el capitán Rosales a Nicoletti y al tercer montonero del comando, apodado el Marciano, cuando entró en el hotel con la policía.
Era el 11 de mayo de 1982. Los militares, que habían llegado a España vía París el 24 de abril anterior y habían dejado pasar varias oportunidades de cometer el atentado, pensaban actuar esa misma noche, aprovechando la luna nueva. El hundimiento, el 2 de mayo, del crucero Belgrano, torpedeado por un submarino británico, había supuesto la luz verde definitiva del almirante Anaya al ataque en Gibraltar.
La detención culminó sobre el mediodía. El comando, antes de ser trasladado de nuevo a Málaga, invitó a almorzar a los policías con parte del dinero que les habían dado para la operación. "Fue una comida de camaradería, la verdad. Incluso les llegamos a decir en broma que si hubiéramos sabido que iban a actuar en Gibraltar, les habríamos dejado", recuerda el inspector-jefe.
El Gobierno trató de ocultar un incidente que habría podido retrasar el ingreso de España en la OTAN. El presidente Leopoldo Calvo-Sotelo se encontraba esos días en una reunión de la UCD en Málaga, y ordenó que los cuatro militares fueran trasladados a Madrid en su propio avión. De allí, el comando voló a Tenerife y al día siguiente ya estaba en Buenos Aires. Un pesado silencio se impuso sobre el asunto.
Mora, que también presenta las teorías de los servicios secretos británicos, rodó el documental en 2002 -"era la época del corralito y todo el mundo estaba deseando hablar", afirma el director-. El documental fue acogido con duras críticas en Argentina: "Les molestó mucho que contara lo que ocurrió sin tomar partido", asegura.
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