El Madrid enmudece
El club se aferra a la portavocía de Mourinho y prohíbe hablar a sus futbolistas
Ser empleado del Real Madrid y hablar en público sin miedo a meter la pata era una prerrogativa casi exclusiva de José Mourinho hasta que el domingo el equipo viajó a Barcelona. Desde el lunes, hasta Mourinho piensa en callar.
La goleada fue histórica y tuvo efectos inmediatos en la política de comunicación del club. La institución, representada por Mourinho, Valdano y Florentino Pérez, deliberó en los pasillos del Camp Nou y declaró el estado de silencio. Los dirigentes consultados ayer no quisieron precisar quién dio la orden de callar pero apuntaron que Mourinho es responsable imprescindible de una decisión que se tomó bajo las gradas del campo culé.
Obedientes, o intimidados, los jugadores abandonaron Barcelona como una columna de galeotes. Lanzando miradas de abatimiento, o de ansiedad, según atravesaban las salas del aeropuerto de El Prat bajo una lluvia de insultos, lanzada por hinchas madridistas desairados. Eran los mismos que un día antes, en esas mismas salas, los habían recibido junto con cientos de seguidores como a salvadores. "¡Sinvergüenzas! ¡Os habéis reído de todos nosotros!", les increpaban después los más amables.
Ni Casillas, ni Ramos, ni Cristiano, ninguno de los capitanes, trasladó un mensaje, una idea, una reflexión sobre la gravísima derrota que acababan de sufrir. Para todos se impuso la ley del silencio, menos para Mourinho, que salió a la sala de prensa y dijo que el resultado no admitía lecturas tácticas y que todo se resumía al fallo de los jugadores: "Hemos jugado muy mal".
De momento, Mourinho seguirá ofreciendo conferencias de entre 10 y 20 minutos. Aunque no es seguro que lo siga haciendo. En el club anuncian que, debido a los ataques que sufren por parte de los medios de comunicación, es probable que en el futuro el entrenador interrumpa este modesto ritual de contacto con el exterior. El 5-0 del Barça no ha hecho más que agrandar la coraza. Valdebebas, la ciudad deportiva, va camino de transformarse en un lugar prohibido.
Los dirigentes madridistas explicaron en mayo que destituyeron a Manuel Pellegrini, el ex entrenador, porque, entre otras cosas, había sido incapaz de ofrecer respuestas tácticas y de infundir espíritu competitivo al equipo en los partidos decisivos de la temporada. Le reprocharon que el Madrid quedara eliminado de la Copa, que perdiera la eliminatoria de Champions contra el Lyón y que fuera superado por el Barça en los dos encuentros de la Liga. El lunes, el que experimentó la derrota fue Mourinho. Fue la primera derrota del Madrid desde que lo dirige el portugués y sobrevino en la jornada más importante en lo que va de temporada. El equipo, hasta ahora aguerrido, salió al campo más inhibido que nunca y después del 2-0 Mourinho resolvió que su función debía limitarse a evitar una goleada mayor. "Quería que el equipo no perdiera su equilibrio ni su dignidad y por eso reforcé el centro del campo con Lass...".
Hasta el 2-0, en el minuto 18, el Madrid no tuvo prácticamente nada que decir en el partido. Luego dijo aun menos. Pero en ese tramo el equipo robó seis balones y solo consiguió hilar dos jugadas de más de dos pases seguidos. Fueron muchas, teniendo en cuenta lo que vino. Las estadísticas revelan casos asombrosos de nulidad. El más llamativo fue el de Khedira. El alemán, un especialista en robar balones en el medio campo, quitó tres en 90 minutos, exactamente la mitad que Lass en 45. Solo Özil, que jugó medio partido, robó menos. El destino de sus pases fue errático. Justamente en un partido donde se imponía cuidar la pelota, Khedira perdió la mitad: dio 13 pases buenos y 12 malos.
El Madrid alcanzó la jornada del Camp Nou como un equipo temible, con un funcionamiento claro, dueño de un estilo bastante definido y con los ejecutantes bien establecidos en un once que se recitaba de memoria. A Mourinho había que atribuir la buena obra. Desde el lunes, se propagan las dudas. A Mourinho le corresponde la ley del silencio.
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