El Supremo anula su fallo contra un hombre en coma desde 1989
La familia Meño denunció a una clínica y acabó condenada a pagar las costas

Los padres de Antonio Meño llevan 21 años convencidos de que su hijo se quedó en coma por un error médico, pero les ha resultado complicado que la justicia opine lo mismo. Durante dos décadas han litigado contra la clínica Nuestra Señora de América, a la que su hijo entró una mañana de julio de 1989 para retocarse la nariz y de la que salió en estado de coma vigil, con su cerebro inútil y su cuerpo casi paralizado. Tres tribunales les negaron la razón, el último el Tribunal Supremo, hace dos años, que además les condenó a pagar 400.000 euros por los gastos judiciales de la parte contraria. Se podía decir que habían perdido la batalla, pero tuvieron aliento para un último recurso, basado en un nuevo testigo. Y han volteado el caso.
El juicio podría empezar de cero si las partes no pactan una indemnización
El Supremo anuló ayer su fallo, tumbando en dominó las anteriores sentencias de la Audiencia Provincial de Madrid y de un juzgado de primera instancia. Ha dado crédito al nuevo testimonio. Se trata de Ignacio Frade, un médico que estuvo de aprendiz en el quirófano donde se operó a Meño. Según Frade, el tubo por el que respiraba el paciente se desconectó sin que el anestesista estuviese allí vigilando. Cuando detectaron el problema, dice, Meño había pasado "unos minutos" desconectado.
La clínica Nuestra Señora de América y el anestesista habían sido absueltos hasta el momento, en base a su propia versión: que Meño devolvió por accidentes tras la anestesia y se ahogó en su vómito.
El Supremo, en vista del nuevo testimonio, no dice si ocurrió una cosa u otra, pero determina que Frade estuvo allí y concluye que la clínica ocultó su existencia en los juicios "con el fin de impedir a los perjudicados aproximarse a la realidad de lo ocurrido".
La familia Meño supo del fallo ayer por la tarde en la caseta donde acampan desde hace 521 días para reclamar un juicio justo, en una plaza del centro de Madrid, rodeados de medios de comunicación y con su hijo postrado en la cama, sin capacidad de entender nada de lo que ocurría a su alrededor.
La intención de los padres, Juana Ortega y Antonio Meño, dos sexagenarios de Móstoles, es desmontar la chabola y volver a su piso, que estaba embargado por la condena en costas. Sobre la nueva situación del caso (el Supremo lo ha devuelto al tribunal del que salió) dejan la decisión en manos de su abogado, Luis Bertelli, que confía en pactar una indemnización con los contrarios para que queden asegurados los cuidados de Meño en caso de que sus padres no puedan dedicarse a él.
Esta es la décima vez desde 2009 que el Supremo anula una sentencia en firme, un hecho inusual. El padre de Antonio Meño digirió la noticia comiendo un cocido en su caseta callejera. "Después de 21 años dedicado a trabajar y cuidar a mi hijo, no voy a dejarlo ahora para irme de celebración a un restaurante", dijo con sorna. Fuera, su mujer daba las primeras entrevistas del último episodio judicial de su drama.

La enmienda de un vía crucis judicial
- En coma por una operación. Antonio Meño se quedó en estado vegetativo en 1989, con 21 años, durante una rinoplastia.
- Una sentencia a favor, tres en contra. Sus padres denunciaron a la clínica Nuestra Señora de América y al anestesista; un juzgado de lo penal condenó al segundo a indemnizar a los Meño. La Audiencia Provincial de Madrid y el Supremo anularon la sentencia, absolvieron a los acusados y condenaron a la familia a pagar los gastos judiciales.
- El testigo final. Los Meño acamparon en la calle para protestar y encontraron a un nuevo testigo de la operación, un médico que afirmó ante el Supremo que sí hubo negligencia.
- Un giro de 180 grados. El Supremo ha anulado las sentencias anteriores, abriendo la puerta a un nuevo juicio desde cero.
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