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Cumbre de Seúl | Las negociaciones de los líderes

Los países del G-20 someterán al FMI sus medidas contra los desequilibrios externos

El Fondo solo podrá establecer recomendaciones sobre las propuestas de cada país - Los líderes mundiales debaten ligar la evaluación de las medidas a cifras concretas

El G-20 se decanta por ensayar 20 caminos distintos para mitigar los efectos perversos de los notables desequilibrios exteriores acumulados en los últimos años. Ante la enorme dificultad de establecer recetas de aplicación general, como fijar el tipo de cambio por el mercado (anatema para China) o condicionar los estímulos monetarios según su repercusión en el valor de las divisas (EE UU defiende la primacía de los intereses internos), el foro de países emergentes y avanzados ha optado por recopilar propuestas nacionales para reducir los abultados saldos exteriores.

La primera jornada de la quinta cumbre del G-20, que se celebra esta semana en Seúl (Corea del Sur) sirvió para mostrar las profundas divergencias en este asunto. Kim Yoon-kyung, portavoz del Gobierno coreano en la cumbre, mostraba bien a las claras su desánimo tras 14 horas de reuniones. "No hay acuerdo sobre los tipos de cambio ni sobre los desequilibrios externos. Ni siquiera nos ponemos de acuerdo sobre cuándo retomar la discusión", dijo a primera hora en el centro de prensa. Los esperados encuentros bilaterales del presidente de EE UU, Barack Obama, con el líder chino, Hu Jintao, y la canciller alemana, Angela Merkel, muy críticos con la propuesta estadounidense de fijar topes al saldo exterior, arrojaron buenas palabras en pos de la coordinación y poco más.

Se intentará, al menos, escenificar una tregua en la guerra de divisas
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Pero a lo largo de la jornada, los ministros de Finanzas y sus ayudantes, los sherpas, avanzaron en una solución de compromiso que permita al menos escenificar una tregua en la llamada guerra de divisas. Tras la cena de los líderes, la vicepresidenta económica, Elena Salgado, indicó en rueda de prensa que el comunicado final recogerá en un anexo los compromisos de cada país, para "prevenir los efectos perjudiciales de los desequilibrios externos".

Salgado añadió que el Plan de Acción de Seúl, como figurará en el comunicado final, se completará con un mandato al Fondo Monetario Internacional (FMI) para que evalúe si esas propuestas nacionales se ajustan al objetivo de reducir los desequilibrios exteriores. "Es un acuerdo que permite instaurar de modo efectivo un marco de coordinación económica permanente", afirmó la vicepresidenta económica, quien defendió los compromisos nacionales como "un avance claro" sobre lo convenido en la reunión ministerial de finales de octubre.

Este nuevo marco de coordinación se define también por lo que no habrá. Cada país tendrá la opción de eludir los temas más espinosos, como la flexibilización del tipo de cambio del yuan en el caso de China. Las medidas no serán de aplicación inmediata, sino políticas "a medio y largo plazo", en palabras de Salgado. En el caso español, se detallarán los efectos de la política de austeridad y las reformas estructurales, que solo afectarán de forma indirecta al déficit exterior (el saldo negativo de España ronda el 4,5% del PIB). A diferencia del esquema que explora la UE, el Fondo tampoco tendrá ningún tipo de poder coercitivo o sancionador para hacer cumplir sus recomendaciones. Y no se sabe aún cuándo tendrá que estar lista su evaluación.

Lo que se dejó para la última sesión del G-20, que se cierra hoy, es el debate sobre si establecer indicadores cuantitativos que sirvan como guía a la evaluación del Fondo Monetario Internacional. La idea estadounidense de establecer un tope a los saldos exteriores, muy criticada por Alemania, Rusia y China, quedaría entonces diluida en una batería más amplia de indicadores. "Son propuestas en las que la discusión está abierta", indicó la ministra de Economía francesa, Christine Lagarde, en un tono mucho más conciliador que sus socios alemanes.

La fijación de esos índices cuantitativos daría más credibilidad al examen del FMI, al permitir la comparación entre los países y determinar así cuáles avanzan más en el ajuste de sus desequilibrios. Pero es un asunto conflictivo. "Es la primera vez que se ensaya un sistema de cooperación económica internacional, no se pueden esperar resultados extraordinarios", indicaron a Reuters fuentes de la delegación india. "Hay una discusión franca, pero no estoy seguro de que el asunto pueda quedar resuelto en esta cumbre", añadió el primer ministro canadiense, Stephen Harper.

Las primeras escaramuzas de la llamada guerra de divisas tuvieron lugar en los días previos de la cumbre de Toronto (Canadá), a fines de junio, cuando China eludió la presión diplomática al permitir una apreciación (bien tímida) del yuan. Pero en aquella cumbre, los países avanzados, con Alemania a la cabeza, impusieron los planes de austeridad como prioritarios. Y hace una semana, la Reserva Federal estadounidense aprobó un estímulo monetario, valorado en 420.000 millones de euros, que el mercado acogió con una devaluación del dólar. Ambas medidas han contribuido a repartir las críticas y hacer más complejo aún el conflicto.

"Existe una visible contradicción: por un lado tenemos a las economías emergentes, incluida Brasil, tomando medidas para incrementar su consumo, y en el otro, a los países más ricos, que no están consumiendo, no quieren comprar, solo vender", lamentó el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, que será sustituido en enero por Dilma Rousseff, también presente en la cumbre, y que dio voz a las quejas de varios países emergentes.

El presidente de EE UU, Barack Obama, saluda a su homólogo chino, Hu Jintao, durante un encuentro ayer en Seúl durante el G-20.
El presidente de EE UU, Barack Obama, saluda a su homólogo chino, Hu Jintao, durante un encuentro ayer en Seúl durante el G-20.REUTERS

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