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Análisis:ANÁLISIS | Elecciones legislativas en EE UU
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El miedo de media América

Políticamente, el momento de mayor peso vivido en Estados Unidos desde hace décadas fue la elección de Obama como presidente hace dos años. El segundo momento más importante, desde el punto de vista de la ciudadanía de a pie, ha sido el voto de castigo a su gestión del pasado martes. Conviene analizar la situación más allá de las cifras, que son inequívocas. Hay un elemento intangible, que traduce el estado de ánimo de una parte importante de la población, la que no se acercó a las urnas. El electorado norteamericano está, lo sabemos, fuertemente dividido, como subrayó el empate técnico entre Al Gore y George W. Bush, en noviembre de 2000. El país estuvo en vilo por espacio de varias semanas. La lección mayor, entonces, fue la impresionante solidez de las instituciones. El discutido desenlace es menos relevante. Cuatro años después se vivió un momento similar al de hace dos días, cuando Bush fue reelegido en 2004.

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La exacerbada división del país se volvió a poner de manifiesto entonces. Hay dos Américas, y el margen que separa a una de otra es muy estrecho. Nueva York, California y otros lugares emblemáticos -la América liberal- revalidaron ayer a Obama. Esa es la lectura real de la elección del martes. Hay un sector importante del país que nunca ha perdido la cordura. Cuando, como reacción contra los atentados del 11 de septiembre, Bush decidió invadir Irak, Nueva York se echó indignada a la calle. Es ése el elemento intangible de que hablo, la conciencia ciudadana de un sector muy importante del electorado que prefiere actuar sin hacer ruido. Los resultados del martes se han vivido como una jornada de castigo, pero ¿castigo a qué? No a los errores del presidente y su Administración, sino a todo lo contrario: al hecho de que haya sido escrupulosamente fiel a sus ideales, cifrados en una palabra: esperanza de cambio. El programa político de Obama es de una audacia y realismo sin precedentes. El Tea Party es la cristalización del miedo cerval que siente media América a que las cosas dejen de ser como venían siendo desde siempre.

Media América está asustada, y con motivos. Hay un elemento de histrionismo en el empeño del Tea Party por impedir cambios profundos, y ello puede resultar contraproducente para los republicanos a la larga. En el fondo estamos siendo testigos de un violento forcejeo contra lo que Obama ha demostrado que sí es capaz de hacer. Tras el martes, se ha llegado a una situación de desequilibrio. Se ha dado un bandazo, pero no se ha cerrado definitivamente ningún ciclo, habrá un movimiento de signo contrario. Los resultados tienen una dosis de espejismo, y no suponen, ni mucho menos, el final de la esperanza.

Eduardo Lago es escritor y director del Instituto Cervantes de Nueva York.

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