Comienza la operación de rehabilitación de Bush
El ex presidente republicano publica sus memorias
Inmediatamente después de la victoria electoral republicana, comienza la operación de rehabilitación de George Bush, imprescindible para que los conservadores tengan aspiraciones de reconquistar la Casa Blanca en 2012. La próxima semana se pondrá a la venta el libro de memorias escrito por el ex presidente y titulado Decision Points. Bush defiende en sus páginas los aspectos más criticados de su gestión, incluida la decisión de atacar Irak; reconoce que consideró la posibilidad de aceptar la dimisión de su vicepresidente Dick Cheney en 2004, y se presenta, en términos generales, como un hombre honesto y sencillo, quizá equivocado en algunas de sus actuaciones como presidente, pero cálido, entrañable y extraordinariamente humano.
Reconoce que se planteó librarse del vicepresidente Cheney en 2004
"Creo que con este libro y con el paso del tiempo, la mayoría de la gente empezará a reconocer que, independientemente de que te guste o no, Bush es genuinamente decente y un buen hombre de nobles intenciones", asegura el que fue uno de sus asesores electorales, Mark McKinnon.
Esa es la imagen que el ex presidente tratará de difundir durante la gira por el país que emprenderá en los próximos días para la promoción de su libro. Con excepción de breves y escasas apariciones en conferencias o actos sociales, Bush ha permanecido discretamente retirado en Dallas desde que abandonó la Casa Blanca. Apenas ha hablado de su gestión y nunca ha comentado la actuación de Barack Obama.
Bush ha cumplido el proceso de hibernación que requiere un político que abandonó la presidencia con poco más del 20% de respaldo popular y convertido en un factor de aglutinamiento de la oposición, un verdadero lastre para su partido.
Los republicanos y el propio Bush consideran que este es el momento propicio para salir del aislamiento. El clima político del país ha cambiado, como demuestran las recientes elecciones. La guerra de Irak ha quedado en el olvido y hoy la gente parece más preocupada por el paro que por la transgresión de los principios democráticos cometidos durante la anterior Administración.
Parece, por tanto, el momento adecuado para rehabilitar al ex presidente y quitarle a los demócratas un argumento para su próxima campaña electoral. El Partido Republicano necesita hacerlo antes de 2012. Bush es todavía un considerable pasivo dentro de esa fuerza y un flanco aún vulnerable. Un 30% de los que acudieron a votar el martes todavía considera a Bush el responsable de la actual situación económica, por delante de Obama (un 26%) y solo por detrás de Wall Street.
Los demócratas pueden, por tanto, sentirse aún tentados de recurrir a la comparación con Bush para defender su proyecto actual o a su presidente actual. De hecho, Obama se ha referido numerosas veces a la anterior Administración o al riesgo de regresar al pasado durante la última campaña electoral.
Rehabilitar a Bush significa, además, rehabilitar algunas de sus políticas que los republicanos quieren seguir hoy, como las rebajas de impuestos que se aprobaron durante su mandato, y rehabilitar a algunas figuras con las que los republicanos quieren contar, como el ex asesor electoral de Bush Karl Rove, que ya ha publicado sus propias memorias, y muchos de los nuevos líderes de la Cámara de Representantes.
La operación de rehabilitación continuará en los meses sucesivos con la publicación de otros libros de dos de las figuras más controvertidas del anterior Gobierno: Donald Rumsfeld, ex secretario de Defensa, y el propio Cheney. El ex vicepresidente tiene ya, personalmente y a través de su hija Liz, una gran influencia dentro del Partido Republicano. Pero su figura es todavía demasiado controvertida como para exhibirla orgullosamente entre otros sectores que no sean el de la militancia conservadora más extremista.
Los republicanos necesitan desprenderse de esa imagen radical en los dos próximos años y tienen, por tanto, que reparar la imagen que dejó su último paso por la Casa Blanca si quieren contar con los votos independientes y moderados.
Pero rehabilitar un presidente no es tan sencillo. Los republicanos ya intentaron hacer lo mismo con Richard Nixon y jamás lo consiguieron. Desde otro ámbito y por muy diferentes razones, los demócratas tampoco pudieron nunca reconciliar plenamente a la mayoría de los norteamericanos con Jimmy Carter.
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