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Reportaje:

David Monteagudo baja a la mina

El autor de 'Fin', fenómeno editorial de 2009, afronta su segunda novela

David Monteagudo (Viveiro, Lugo, 1962) sabe cómo provocar angustia a sus lectores. Lo consiguió con Fin, su primera novela publicada, y lo ha vuelto a hacer con Marcos Montes (Acantilado / Quaderns Crema en catalán), que acaba de aparecer. "La primera es más radical, esta es más complaciente", dice convencido. No estoy segura. Fin relata la desventura de unos amigos que se reúnen 25 años después y que por causas inciertas van desapareciendo uno tras otro. Marcos Montes trata de trabajadores de una mina de oro en la que se produce un derrumbe. Esta no es una novela coral como la anterior, tiene un protagonista, Marcos, pero sí hay varias coincidencias. Dos, como mínimo, explica el autor: "Lo que me interesa es poner a un grupo de personas en una situación límite. Lo segundo es que esas personas sean normales, absolutamente normales".

Como Marcos Montes, minero cuarentón, casado y que espera un hijo, al que la vida metódica que llevaba le da el tumbo cuando se derrumba la galería de la mina. En la angustiosa oscuridad, Marcos reflexiona sobre su vida y se da cuenta de que no todo era como él pensaba. Aquel compañero al que en voz baja llamaba fascista, aquella novia de juventud que se suicidó... en esos instantes finales busca perdonarse a sí mismo y también cumplir sus sueños. "Marcos intuye que le va a pasar algo, y cuando ocurre de verdad no lo acepta", explica el escritor. "Intenta una salida, madura. Siente la necesidad de resolver cosas, cree que se equivocó muchas veces. Quiere ver la verdad y quiere salir a la superficie".

Como el personaje, Monteagudo también se confiesa metódico. "En este sentido, Marcos Montes es mi álter ego. Ese deseo de apartarse de los demás, de abstraerse en sus pensamientos, lo comprendo. En la fábrica de cartonaje trabajaba con una máquina. Para combatir la rutina, yo también me abstraía en mis historias y así las horas pasaban más deprisa".

Fin le ha cambiado la vida. Antes escribía y leía durante su poco tiempo libre. Ocho libros tenía en su cajón. Ahora ha dejado la fábrica. "Es un cambio de ciclo. Tengo 48 años y quiero trabajar en lo que me gusta. Confío en que la literatura, los libros y los artículos, me permitan llegar a los 67", afirma. "Sigo viviendo en Vilafranca, en un piso de 40 metros cuadrados, y si antes era muy amo de mi casa y un cocinillas, ahora aún lo soy más. Paradójicamente, escribo menos que antes. He ganado calidad de vida, pero, y para mí es muy importante, he vuelto a correr. De joven fui campeón júnior de maratón de Cataluña. En 20 años no he dado un palo al agua, pero ahora he vuelto. Ya corro 10 kilómetros diarios en menos de 50 minutos".

Marcos Montes la escribió en 2007, antes que Fin, y la registró en 2008. "Se me ocurrió la historia porque coincidieron diversas cosas. Oí por la radio que un grupo de mineros había quedado atrapado a 2.000 metros de profundidad en una mina, creo que en China. Me impresionó. Y, por esos días, en la fábrica me metí, algo que está prohibidísimo, en una tolva [dispositivo destinado al depósito de materiales]. Empezó a moverse y salí pitando. La posibilidad de un accidente laboral siempre estaba presente. Escribí Marcos Montes para exorcizar el miedo".

Aparte de la historia tremenda de Marcos, la descripción de los mineros buscando una salida en la oscuridad, con túneles y galerías derrumbados, pero sabiendo que tienen posibilidades de salir, provoca en el lector esa angustia monteagudiana. Sorprende en algunos momentos el lenguaje, quizá demasiado perfecto. El escritor se indigna. "Ya he dicho que Marcos es mi álter ego. En la fábrica, el lenguaje en que formulaba mis pensamientos, mis sueños, las novelas que quería escribir, es este".

Niega cualquier oportunismo al publicar ahora la novela, justo cuando acaba de pasar lo de la mina San José (Chile), donde 33 mineros atrapados a 700 metros pudieron ser rescatados. "Ya he dicho que la escribí en 2007, y Jaume Vallcorba, mi editor, programó en abril publicarla después del verano", explica. Para el escritor, el rescate de los 33 mineros es un triunfo dentro de la sinrazón laboral que tanto castiga al trabajador.

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