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Fauzia: cinco años sin salir de casa

El Ayuntamiento de Cunit impulsa un curso piloto para romper el aislamiento de mujeres inmigrantes magrebíes sin alfabetizar

Fauzia, una mujer bereber de 31 años que lleva más de un lustro viviendo en Cunit (Baix Penedès), parece la única molesta de entre las asistentes al curso que el Ayuntamiento ofrece para mujeres magrebíes no alfabetizadas. "¿Por qué no se hacía antes? Llevaba cinco años encerrada en casa sin hacer nada", protesta a través de una intérprete. Las 15 sesiones del curso, iniciativa pionera subvencionada por el Ministerio de Trabajo e Inmigración, no le han enseñado catalán ni castellano. Tampoco ningún concepto léxico ni gramatical: un lujo excesivo para la precariedad de la inmigración norteafricana, formada en su mayoría por personas que no recibieron formación escolar en su país de origen.

Ss trata de personas procedentes de un entorno rural pobre y relegadas al hogar

En árabe, sin otra aspiración que combatir el aislamiento, las lecciones versan sobre asuntos aparentemente simplones: horarios de los autobuses comarcales, nociones para aprovechar los servicios educativos públicos o consejos para buscar trabajo. Pero a Fauzia, igual que a las otras siete mujeres que han completado el curso, le ha cambiado la vida. "Quiero seguir aprendiendo, saber lo suficiente hasta conseguir un empleo", insiste. Fauzia no quiere encerrarse más en su casa.

"Siempre ofrecíamos cursos de catalán o castellano, pero observamos que era necesario dar conocimientos más esenciales, empezar desde cero", explica la alcaldesa, Judith Alberich (PSC). Fauzia y otras asistentes le piden permiso para abrazarla y tomarse fotos con ella. "Tenéis que avisar a otras mujeres de que estas lecciones os han resultado útiles, convencerlas para que vengan. Si no, el curso no funciona", insiste Alberich tras posar junto a las estudiantes. "Lograr que asistan de forma continuada al curso es el paso más difícil", apunta la técnica que tutela las lecciones, Ester Asensi. El curso, que arrancó en marzo con 21 alumnas, concluirá este jueves con menos de la mitad. Algunas no fueron nunca, otras lo abandonaron a la mitad y tres lo dejaron porque encontraron trabajo. "El objetivo es que se involucren en la vida social del municipio", señala Alberich, que prevé incluir este tipo de formación en el Plan de Acogida Municipal para que todos los inmigrantes dispongan de este recurso. "Es la única vía para la integración", señala.

La dificultad para lograrlo retrata el reto en la asimilación del colectivo magrebí femenino en Cataluña: mujeres venidas de un entorno rural empobrecido y relegadas a cuidar del hogar sin siquiera concebir la posibilidad de relacionarse fuera de su entorno familiar. En Cunit, localidad de 12.000 habitantes con un porcentaje de población inmigrante del 17%, residen unas 400 mujeres de origen magrebí. Algunas llevan casi 10 años en la población y en este periodo han aprendido más bien poco. La hoja de registro donde las alumnas certifican su asistencia, por ejemplo, está plagada de equis. Son las firmas de de los días que han asistido a clase: no saben escribir en catalán ni en castellano, pero tampoco en su lengua natal.

La situación puede extrapolarse al conjunto de Cataluña, con una tasa de inmigración del 19%, en su mayoría de origen magrebí. Ello supone cerca de 100.000 mujeres musulmanas con deficiente formación académica y una media de edad de 27 años, según la Generalitat. "Demasiado jóvenes para perpetuar esta exclusión", resume Alberich.

El reto podría resumirse en Karima, de 19 años: la mujer más joven y discreta de entre las que han cursado la prueba piloto. Vive en Cunit desde los 17, pero ni estudió en Marruecos ni pudo inscribirse en el instituto porque no tenía papeles. Tiene toda la vida por delante, pero ni siquiera domina su lengua natal. "Debemos impedir que estas mujeres pasen el resto de su vida sin alfabetizarse ni poder ser autosuficientes", explica Asensi. "Promete que continuarás acudiendo a estas clases", le insiste la alcaldesa a Karima. Y la joven, entre orgullosa y avergonzada, musita algo en árabe que inquieta a los técnicos hasta que lo traduce la intérprete. "Está muy contenta y continuará".

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