Bisturí británico
Haciendo buenas sus promesas electorales, la conservadora coalición gobernante ha anunciado unos recortes sin precedentes de las cuentas públicas británicas. El profundo tajo del primer ministro David Cameron al Estado de bienestar ha sido presentado por su ministro del Tesoro como inevitable si Londres quiere reducir al 3% en cinco años su déficit actual del 11%. Ningún Gobierno previo se había marcado objetivos tan ambiciosos, con ramificaciones en casi todos los frentes que incluyen el aumento progresivo, hasta los 66 años, de la edad para percibir pensión, una poda de gastos ministeriales en torno al 20% durante la actual legislatura o la desaparición de centenares de organismos redundantes o innecesarios. Como aperitivo, el martes se anunció una disminución del 8% de los gastos militares, menor de lo que se anticipaba, tras considerar Cameron a última hora diferentes argumentos de seguridad interna e internacional.
En el camino del asalto al déficit británico se van a quedar medio millón de empleos públicos y quizá otros tantos privados. La reacción sindical está por concretarse en su gravedad. La opinión pública, inicialmente, está mayoritariamente a favor de la política gubernamental.
Es cuestión abierta si el Gobierno Cameron-Clegg conseguirá ahorrar los más de 80.000 millones de libras previstos en cuatro años. Una cosa es anunciar cirugía radical y otra llevarla efectivamente a cabo. Pero no cabe duda de que el mayor ajuste del gasto público en medio siglo va a poner a prueba a la economía británica y la solidez de la alianza entre conservadores y liberales. El partido minoritario ya empieza a sentir los efectos de haberse hecho socio de algunas medidas que rechazaba antes de las elecciones generales de mayo. Con un capital político todavía intacto, la coalición ha dado una muestra inicial de coherencia. De cómo reaccione la economía a esta cura de caballo, dependerá en muy buena medida la suerte del Ejecutivo.
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