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Columna
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A los pies de los caballos

Xavier Vidal-Folch

Patético balance. El presidente saliente de la patronal ha dejado a la burguesía de este país verdaderamente necesaria, al empresariado, a los pies de los caballos.

Por una sola razón, la inconsistencia. Hablaba de crear empleo; y lo destruía; clamaba contra el sector público, y le pedía árnica; obtenía ayudas del presupuesto, y las despilfarraba; discutía sobre las alzas salariales, y no pagaba las nóminas; ensalzaba la seriedad del emprendedor, y condujo a su empresa a la quiebra.

Es cierto que el retraso y la debilidad de la revolución industrial en España ha redundado en exagerar el espejo deformante de partida sobre la imagen del empresario. Si triunfaba se le tildaba de explotador. Si fracasaba, de estafador.

Los dislates del cesante han provocado un retroceso de años en la imagen de la burguesía

La generación de la Transición, aunque de forma confusa -es decir, compartiendo mantel y despacho con los burócratas del sindicato vertical- catalizó una creciente profesionalización de la práctica y de las actitudes de los empresarios. Los introdujo al riesgo, al modelo schumpeteriano. Oh, nostalgia: ¡hasta el joven Díaz Ferrán empezó así!

Las voces otrora minoritarias se convirtieron en corriente dominante. El Duran Farell que desde el mando de La Maquinista negociaba en 1967 con las clandestinas Comisiones Obreras dejó de ser un bicho raro. El primer presidente de la CEOE, Carlos Ferrer Salat, había pasado unos días en las comisarías franquistas... por europeísta. Estos y otros trataron de lavar la imagen de excesiva complacencia con la dictadura. Y por un tiempo desapareció de las viñetas de los diarios la imagen del tipo gordinflón, con reloj de bolsillo y tocado con sombrero de copa cabalgando a hombros de un sudoroso obrero con la boina encasquetada.

Azar de la vida, los desatinos de los banqueros de inversión de Wall Street y los dislates del patrón de patronos español -amparado en el suicida silencio de los corderos de sus pares- han resucitado la deforme imagen del emprendedor como ricachón sin escrúpulos. El retroceso es de años. El daño, inmenso.

Hoy es moda romper los jarrones del pasado inmediato, fútil adanismo. El anarquismo de derechas de Esperanza Aguirre se lanza en la huelga general al cuello de los sindicatos, bajo el lema de achicar el número de sus liberados. Otros replican, más en frío, que la CEOE financia sus casi 600 millones anuales en un 70% gracias al presupuesto público.

Qué tiempos estos en que hay que recordar lo evidente: la patronal y los sindicatos son esenciales para la economía española. Los decenios de concertación social han producido una paz social envidiable, un cauce para civilizar los conflictos y una moderación salarial clave para la política económica. Quien prefiera la dialéctica del pistolerismo de los años veinte, que juegue con fuego. Pero no será un conservador con dos dedos de frente.

Tiempo de reformas. Unos y otros debieran aplicarse un plan estratégico de reforma interna, financiación incluida. Para el sucesor del patrón autoderrotado, la tarea es doble: deberá también convencer a los viñetistas de que la caricatura con sombrero de copa quedó obsoleta.

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