Folclórica del barroco
Se ha construido su público y no le defrauda. Un público que poco faltó, el martes, para que llenara el Auditori de Barcelona, pagando la entrada entre 40 y 130 euros. Un público que, a buen seguro, volverá a aclamarla esta noche en el Teatro Real de Madrid, como lo hará el viernes en el Palacio de Festivales de Santander y más tarde en varios auditorios franceses. Cecilia Bartoli sabe construir sus programas con una habilidad endiablada: un coupage muy preciso de intimismo y extraversión, de lirismo y dramaticidad, de recogimiento poético y brillante pirotecnia. Del contraste ha hecho virtud, una virtud barroca que comunica de forma directa, sin intermediaciones.
Fue en uno de los bises cuando la artista se sacó del escote palabra de honor -los vestidos que lució en el recital no llevaban mangas- un legato estratosférico de 360 grados, una auténtica verónica canora, si se nos permite el símil taurino: atacó la nota mirando a la platea, la paseó por los laterales girando sobre sí misma y la soltó tras una increíble cadencia con la vista puesta de nuevo al frente. El delirio. Es la folclórica del barroco, dicho sea con todo respeto: por temperamento y por una picardía innata a la hora de administrarlo, sobre la base de un estudio obsesivo en pos de la perfección.
CECILIA BARTOLI
Il Giardino Armonico.
Director: Giovanni Antonini.
Arias de Georg Friederich Händel, con oberturas orquestales de Niccolò Porpora y Francesco Maria Veracini.
Auditori de Barcelona, 11 de octubre.
Su voz de 'mezzo' no es muy grande. Es la interpretación la que arrastra. Fascinante
Su voz de mezzo no es muy grande, ni siquiera de timbre muy singular. Es la interpretación la que arrastra, incluso en espacios demasiados grandes para el barroco como el Auditori: los appianamenti medidos, las apoyaturas precisas, los poderosos golpes de diafragma para las vertiginosas ornamentaciones, la emisión siempre controlada del sonido. Es fascinante el uso que hace de las consonantes: cómo suenan por ejemplo las erres en palabras como "perfido", "crudele" o "terribile", sin duda las más repetidas de este repertorio, o las eses de "stelle", "speranza" o "sento". Y si hay que quedarse con una de las arias que cantó la diva, uno votaría por la de Alcina de la segunda parte: la intensidad expresiva que le imprimió se produjo en medio de un silencio que se cortaba.
Pero la habilidad de Cecilia Bartoli está también en seleccionar a la gente que la acompaña en sus giras. La veintena de músicos que componen Il Giardino Armonico, su grupo de cabecera, con Giovanni Antonini como director y flauta solista, son excepcionales. Vaya una mención especial para la trompeta de Thibaud Robinne: una trompeta sin pistones, nada fácil de afinar y con pasajes en extremo comprometidos en las que ejerce de instrumento obbligato. Una gran noche de canto.
Babelia
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